«La universidad y los estudiantes deberían pagar la deuda que tienen con la sociedad»

En el marco del Congreso Ordinario de la Federación, el periodista y politólogo Hernán Brienza se presentó en CONADU con una exposición sobre “Juana Azurduy y el papel de las mujeres en las luchas por la independencia”. Además, opinó sobre el rol de la universidad y los estudiantes, el modelo económico kirchnerista y las claves de una próxima gestión.

  • ¿Por qué preferiste no presentarte como historiador durante la exposición en CONADU?

Hay medio un quilombo con eso. Parece que historiadores son los que hacen la carrera de Historia y están peleando por esa nomenclatura. Yo soy politólogo. Escribo sobre cuestiones del pasado, de la historia, hago revisionismo. Pero si ellos quieren llamarse historiadores y quedarse con la matriz de la verdad académica, no tengo problema. No dice nada sobre el pasado, no dice nada sobre la historia un título de nobleza.

Yo creo que el pasado y la historia se discute, entonces tenemos derecho a discutirla todos. No solo aquellos que tienen un método académico para abordarla. Además, la historia tiene que decirnos algo del presente, sino no tiene sentido. A mí siempre me gustó la historia, pero empecé a escribir y a trabajar la historia para tratar de darle respuestas a la violencia en Argentina.

  • ¿Cuál te parece que es o debería ser el rol de la universidad en el proceso histórico que estamos viviendo?

Yo creo que la universidad y los estudiantes deberían pagar la deuda que tienen con la sociedad. Y pensarse como un lugar de reflexión y de producción de investigaciones académicas que tengan cierta funcionalidad a lo que está buscando el Estado. No estoy hablando de empresas privadas, sino de la posibilidad del Estado de contar con proyectos, planes e investigaciones de las universidades nacionales que se puedan utilizar en beneficio de la mayoría de los argentinos.

Y me parece también que hay que reflexionar y debatir sobre el rol de los estudiantes que hacen su carrera gratis y después no le dan ni siquiera un mínimo beneficio a aquellos que sostuvieron su estudio. Es decir, habría que pensar algún tipo de retribución por parte de los estudiantes hacia la sociedad, ya sea en función de trabajo comunitario, inversión de su tiempo en investigaciones que tengan que ver con las necesidades de la sociedad y no tanto con sus propios intereses. Pienso en las carreras más liberales, como contaduría, económicas o Derecho por ejemplo.

Ese tipo de universidad está en crisis y hay que replantearlo. Las universidades nacionales no son entidades abstractas que no deben tener ninguna relación con el poder, con el Estado o con la sociedad argentina. No deberían ser capillas de conocimiento medievales, sino instituciones que articulan con la sociedad y con el Estado.

  • ¿Cómo describís el panorama pre-electoral?

Todo indica que gana Cristina Fernández de Kirchner con el 55% de los votos, casi el 60%. Y después de ocho años de gestión, que la segunda reelección sea con más del 50% de los votos habla de la mirada que tienen los argentinos de ese proceso.

A mí me parece que el peronismo-kirchnerista encontró la posibilidad de volver a firmar ese contrato social que significó el peronismo a principios de la década del 40 y que consiste en un equilibrio entre el trabajo y el capital y entre la industria y el campo. Equilibrio frágil, como todo equilibrio, pero que es firmado por la mayoría de los argentinos. Y con un estilo que le agregó la presidenta en el último año de no confrontación y de llamado a la unidad nacional que, me da la impresión, es muy contenedor y muy propio de una mujer. Es decir, el hombre culturalmente tiende a confrontar más que a articular, y yo creo que la clave de los próximos años es la articulación. Porque si se articulan todas las fuerzas productivas, Argentina tiene grandes posibilidades de posicionarse en un segundo orden en serio. Hoy, Argentina no lo está y está bien que sepamos que no somos una Argentina-potencia, sino un país de tercero o cuarto orden… pero en franco ascenso y con algunas cosas para decir. Y hablo en función del nuevo modelo planteado desde 2002-2003 a la fecha.

  • ¿En tu opinión, entonces, la clave para los próximos cuatro años sería la articulación productiva?

La articulación de los sectores productivos agregando valor a los productos primarios, y fundamentalmente lograr engancharnos en la cadena productiva del mundo. Es decir, dónde colocamos nuestros productos. Y me parece que la apuesta en ciencia y tecnología que hace la Presidenta de la Nación es interesante, porque la ciencia y la tecnología es el paroxismo del valor agregado. Entonces, cuanto más avance y desarrollo tecnológico tenga la Argentina, mayor valor agregado se le va a poder poner al producto primario.

Además, creo que es ahora porque estamos en un momento de superación de conflictos. Si te fijás hay un especie de óptimo de Pareto en el cual todos los sectores ganan. El óptimo de Pareto dice que una ley es buena cuando ganan todos y no pierde ninguno. En realidad, es muy conservador este principio porque dice que ni siquiera hay que perjudicar a las minorías enriquecidas. Sin embargo, hoy por hoy está funcionando bien hasta el óptimo de Pareto, porque ganan los sectores más concentrados del campo, gana el campo sojero, gana la industria y ganan los trabajadores que están llevándose un par de puntos más que la inflación. Entonces, es interesante el modelo que se está planteando desde 2003 porque le hace ganar dinero a la mayoría de los argentinos.

Y no quiero ser excesivamente materialista, porque hay muchísimas cuestiones culturales del actual proceso que son beneficiosas, pero me parece importante destacar la lógica del trabajo, de la producción y de la dignificación de la vida de las personas. Aún con tremendas desigualdades heredadas y con una infraestructura de la pobreza que es difícil de resolver. Me estoy refiriendo a viviendas, a algunas cuestiones de salud y de obras públicas donde el Estado no llega…

Entonces, por un lado es crecimiento pero también es distribución de la riqueza. Porque es imprescindible el empuje que genera el crecimiento, pero si solo crecés aumentan las desigualdades, la violencia y la brecha entre las clases, como ocurre en algunos países que son “invivibles”, como México en este momento por ejemplo.

El desafío es mantener ese equilibrio, en el que hay cierto contrato por parte de la sociedad. Hoy nuestra sociedad dice “crecemos, pero crecemos todos”, sino volvemos otra vez a las piñas.