“Es imposible pensar un profesional exitoso en un país que ande mal”

Ernesto Villanueva es el rector de la Universidad Nacional “Arturo Jauretche”, ubicada en Florencio Varela, al Sur del conurbano bonaerense. Es licenciado en sociología de la Universidad de Buenos Aires, fue vice rector de la Universidad Nacional de Quilmes, director del Consejo Nacional de Investgaciones Científicas y Técnicas, también fue secreatario general a cargo del Rectorado de la Universidad de Buenos Aires. Como profesor, ejerció en la Universidad Nacional de Mar del Plata y Frankfurt.

¿Por qué es una prioridad en este momento abrir nuevas universidades?

Pensemos que Argentina tiene la mayor cobertura universitaria de América Latina, a excepción de Cuba. Y si uno coteja esa matrícula, o esa proporción entre jóvenes universitarios y jóvenes no universitarios, encuentra que América Latina y otros países -Brasil, Chile, Venezuela- van aumentando su matrícula y se van acercando a la Argentina. Nuestro país está bien, estaba arriba desde antes, pero durante un tiempo largo ha incrementado la cantidad de estudiantes de una manera muy exigua. Eso tiene diversas razones: la desindustrialización en los 90, y además una política universitaria que se ha quedado acotada a las grandes ciudades, a las grandes metrópolis. Yo creo que el surgimiento de estas universidades en el segundo cordón del conurbano tiene que ver con eso. Tiene que ver con algo que se dice como consigna siempre, que es “acercar la universidad al pueblo”, y que significa u esfuerzo creciente del gobierno nacional para que haya más universitarios en la Argentina, que a pesar de ser el primer país de América Latina, está lejos todavía de los países centrales en cuanto a cobertura. Y si pensamos en un proyecto nacional, somos 40 millones, somos pocos, no somos como Brasil o como China que pueden darse el lujo de pensar un desarrollo con mano de obra poco calificada, porque no tenemos tantos argentinos. Entonces, desde un proyecto nacional, o proyecto industrializador, no nos queda otro remedio que hacer una inversión fuerte en educación, que es lo que está haciendo el gobierno.

En ese mismo sentido, ¿cuál es el proyecto de la universidad Arturo Jauretche?

Yo creo que entre estas nuevas universidades, cada una tiene que ir teniendo su propio perfil. No es imprescindible que todas tengan exactamente las mismas carreras, los mimos proyecto de investigación, todo eso. Hasta ahora, el gobierno ha dado una libertad grande. En la Jauretche, nosotros lo que hemos hecho es un estudio socio económico sobre las características del territorio en el que influimos, que son entre 800 y 900 mil habitantes, unas características también productivas de la provincia, del país, y además hicimos un poquito de prospectiva, porque la educación es -por decirlo groseramente- un producto a mediano y a largo plazo. O sea, qué sabemos nosotros de las necesidades que vamos a tener de acá a 10 años en materia de ingenieros electro mecánicos… Es difícil saberlo. Uno puede contar los déficit de hoy, pero la proyección es más compleja, depende de un conjunto de cuestiones. Y además, hicimos un estudio de las características de la cobertura de la educación media en la zona, y de ahí surgen algunas carreras. En la esfera productiva hay cuatro ingenierías, hay dos tecnicaturas agronómicas -Varela es un rombo, la Ciudad de Varela está arriba, en la punta del rombo, y abajo es casi todo rural-, una de administración orientada a la pequeña y a la mediana empresa, una carrera de relaciones del trabajo y una de gestión ambiental que tiene mucho que ver con todo el conurbano, sobre todo la zona Sur del conurbano.

La cuenca del Riachuelo…

Exactamente, pero no sólo eso. Por ejemplo, el Río las Conchas, que es donde se detuvieron las Segundas Invasiones Inglesas, tiene un nivel de polución increíble y antes era extraordinario… Y además de eso, tenemos dos carreras de área de salud: por un lado, bioquímica y por el otro lado enfermería. La Universidad se ha asociado al Hospital “Néstor Kirchner”, el hospital del Cruce de Varela, de muy reciente creación, que es de lo mejor de la Argentina, y entonces eso crea enormes expectativas en la población. Como además en la Argentina tenemos cuatro médicos por enfermera, siendo que todos los esquemas internacionales plantean cuatro enfermeras por médico, y habría que multiplicar por 16 la cantidad de enfermeras para tener una proporción justa, sobre todo las mujeres piensan que ahí va a haber oportunidades laborales grandes, y es cierto.

En su discurso aparece permanentemente una relación entre las necesidades sociales y la formación universitaria.

En cuanto a la formación, hay una falsa dicotomía, porque en la formación de profesionales universitarios nosotros no debemos crear robots. La técnica, la razón instrumental, no tiene que estar divorciada de una formación general que implique compromiso, que implique conocimientos sobre la sociedad, conocimiento de la historia. En los planes de estudio que nosotros armamos hay una parte de formación general. Es imposible pensar un profesional exitoso en un país que ande mal. Y las universidades aunque no tengan una visión elitista, son la elite del país. Es difícil pensar gobernantes que no sean egresados universitarios, es difícil pensar que la cúpula de los empresarios no sean egresados universitarios. Puede ser que haya uno, dos, pero en general son todos egresados universitarios. Entonces, a esa elite la tenemos que formar con un fuerte conocimiento de la historia de nuestro país, de las características actuales de nuestro país, legando las dos cosas: el conocimiento técnico, con el conocimiento del país. Ese profesional que tiene anteojeras y que trabaja solamente en su especificidad, sin tener en cuenta la sociedad en la que existe, va al fracaso.

¿Cuál es el rol de los docentes, de la formación docente?

Ese es otro tema. Esta universidad está en lo que yo llamo una zona de frontera educativa: no había universidades en el territorio, se inscribieron 3.000 alumnos. La universidad tradicional argentina tiene un efecto perverso producto del concepto de autonomía. La autonomía muchas veces es entendida como soberanía de la universidad en relación a la sociedad y al Estado, es entendida como soberanía de la Facultad respecto de la universidad, como soberanía del departamento respecto de la facultad, como soberanía del docente respecto del departamento y es entendida como indiferencia del docente hacia el estudiante. Nosotros hicimos un esfuerzo grande en ese tema, tomamos una batería de medidas. Por un lado, designamos un plantel docente que fuera muy sensible a esto, más preocupado por el aprendizaje del estudiante que por la enseñanza. No nos interesa que el docente sea un genio, lo que nos interesa es que el estudiante sepa más al final del cuatrimestre. La relación de docencia -pese a Paulo Freire- es una relación asimétrica. Por supuesto el profesor aprende, nunca se aprende tanto como dando clases, pero es una relación asimétrica que a veces es usada erróneamente por el docente para solazarse con sus conocimientos. No se interesa por que el estudiante sepa más al final de los cuatro meses de trabajo. El docente tiene que estar preocupado por eso, tiene que estar preocupado si el estudiante falta, cuáles problemas tiene. Todo eso lo hemos trabajado mucho con nuestros docentes, que tienen un compromiso espectacular. Hemos armado clases de apoyo, a las cuales puede concurrir el estudiante directamente, o el docente que le dice que está flojo en determinado tema. Hemos armado un sistema de tutorías. Antes de comenzar las clases, cada cátedra elaboró un libro de las respectivas materias, lo imprimimos, se lo regalamos a cada estudiante, para que lo tenga. Hemos hecho mucho hincapié en el sistema de becas del ministerio de educación, tenemos entre el 13 y el 14% de becarios en este momento. Incluso hemos desarrollado una beca rara, muy chiquitita, para las mamás que tienen que dejar a los bebés con alguien, porque encontramos que ese era un problema. Mucho apoyo desde el punto de vista de orientación vocacional, de bienestar estudiantil. Es una batería de medidas. O sea, el tema es calidad, pero además mucha contención. Y te cuento una cifra entre la cantidad de chicos que fueron a clase el primer día y la cantidad de chicos que terminaron el cuatrimestre, la deserción fue del 12%, han terminado el 88%. Nos ha ido bien. Si esta fuera la misma proporción en el segundo semestre, que no lo se, va a ser del 24%, una cuarta parte. En general en las universidades argentinas se va la mitad.

Todos estos indicadores que está nombrando, hablan de una concepción de la educación bien distinta al modelo chileno, ¿no?

El modelo chileno es muy heterogéneo…

Me refiero por ejemplo a las últimas declaraciones del presidente Sebastián Piñera que tienen que ver con el valor que le otorgan a la relación de las universidades con la empresa, a considerar que la educación es una mercancía y no un derecho.

Bueno, pero lo que ha hecho Chile es incrementar mucho su matrícula en los últimos años, haciendo que las familias invirtieran y no tanto el Estado. Los cálculos son que el Estado gasta 3 puntos en la educación, y otros tres puntos -casi- la familia, tienen una inversión fuerte en educación, pero la mitad a cargo de la propia población. Como la población tiene una pirámide de ingresos diferencial, si uno puede gastar poquito va a una universidad de muy escaso nivel. Además a eso se le agregó una proliferación de universidades sin un control adecuado inicialmente, cosa que se ha ido corrigiendo en los últimos años, pero que eso significa un problema grave hasta desde el punto de vista de estafas, de venta de títulos… Y la educación ha sido entendida en términos de negocio. Los bancos chilenos aceptan descuentos de pagarés del mundo educativo -cosa que en Argentina es imposible-, entonces una universidad… Imaginate que no tiene edificio, hace mucha publicidad, la gente se inscribe, en el momento de la inscripción uno firma pagarés por 20 años, con esa pila de pagarés, el banco les da el valor actual de esos pagarés y hace un edificio.

Sí, si. Yo he visto edificios hermosos que han hecho. Y han crecido universidades así. O sea, con el financiamiento de los alumnos, con el financiamiento futuro, se endeudan las familias a 20 años, hacen los edificios, las clases, etc., etc. Esto está basado en lo mismo que los microcréditos, por lo cual los bancos piensan que los pobres son mejores pagadores de los ricos. Y lo que estamos viviendo hoy es el levantamiento de eso. Se detuvo el crecimiento chileno, entonces se encuentras la familias -sobre todo en sectores medios, que tienen pretensiones de crecimiento-, que no pueden pagar. Ese modelo por detrás tiene esta idea de que la educación es un negocio. Es una visión de cortísimo plazo. Imaginemos la empresa Lan, que el presidente de Chile es uno de sus dueños, si la gente no supiera leer y escribir, no podría viajar en avión… ni comprar el pasaje, para entender las indicaciones, para tener cierta disciplina. La educación es una inversión, la educación permite que Lan gane plata. Si uno cree que la educación es un bien de consumo sonamos. Es un bien público, del cual no sólo el detentador de la educación la usufructúa, sino el resto de la población. Tiene muchas externalidades en términos económicos. Lo que pasa es que sobretodo desde la caída del Muro de Berlín ha habido el predominio de estas corrientes que se llaman neo liberales que son como una caricatura al liberalismo. Incluso tienen algo de pensamiento utópico. Por ejemplo, son corrientes que piensan que puede haber mercado sin Estado. Y, desafío a cualquiera, en una feria, en un mercado, en un shopping, que saquemos a la policía durante tres días, a ver qué pasa. El Estado, ya sea represor, ya sea para que la gente sepa leer y escribir y leer los precios, ya sea para un órden frente a los conflictos, el Estado es imprescindible para que funcione el mercado.

De hecho, necesitamos más Estado. Por ejemplo una Ley de Educación Superior que integre un verdadero sistema universitario.

La 24.521 pretende integrar el sistema universitario, la actual. Y ha habido muchas discusiones sobre una nueva Ley de Educación Superior. A mí juicio acá todavía hay algunos déficit. En estos años, el gobierno incrementó los salarios docentes muchísimo, incrementó los no docentes muchísimo más, hizo no se cuantos miles metros cuadrados cubiertos en las universidades, aumentó el sistema de becas, creó el sistema de voluntariado, el sistema de ciencia y tecnología hoy tiene dinero -incluso a los investigadores, sobre todo de ciencias sociales, nos cuesta pensar en términos de proyectos más grandes porque siempre estamos acostumbrados a sistemas más austeros-, creó nuevas universidades… Ha habido un esfuerzo muy grande desde el gobierno un compromiso muy grande hacia las universidades. Yo le llamo a eso “una revolución desde arriba”. Eso falta, a mi juicio, que sea acompañado por una revolución desde adentro, desde abajo. Y ahí está la discusión sobre qué universidad queremos en la Argentina, que es un tema pendiente y yo creo que por eso todavía no hay una nueva Ley de Educación Superior. Tenemos que pensar primero que universidad queremos, y en función de eso ir pensando todas las demás cosas: el sistema de gobierno, el sistema electoral, la articulación… Hablamos mucho de articulación con el sistema de Educación Media, perdón, hoy un chico no puede ir de una universidad nacional a otra, les ponen unas trabas increíbles, pero no es maldad de la institución, es maldad de los docentes, el profesor que analiza esa posibilidad. O sea, está metido en la cabeza de nosotros eso, que si vienen de tal universidad no les aprobamos una equivalencia. No se sólo la estructura burocrática que lo impide, somos los que ejercemos cotidianamente el mundo universitario los que pensamos así, y eso hay que revolucionarlo.

¿Y cómo se hace?

No sé. Nosotros hemos puesto que es responsabilidad del departamento aprobar las equivalencias. Nosotros somos una universidad que recién se está organizando, nadie tiene todavía derecho a voto, ni nada. Pero hay profesores que reclamaron que tenían que ser ellos los que decidieran. Y somos una universidad pequeña con profesores muy comprometidos. Entonces se hace esa evaluación a cargo del profesor pero de manera consultiva, y después la secretaría académica decida. Y hemos visto que algunos piden determinadas equivalencias… es de una idiotez eso, y de un atraso total. Lejos de la idea de estudiar por competencias, la formación que implica la universidad, bueno tenemos que revolucionar eso. Yo creo que todavía el mundo universitario requiere una discusión profunda, sobre nosotros mismos, no desde el gobierno. Hoy hay un clima interesante en eso, porque si vos leés la Declaración de los Rectores para el Bicentenario, que se le entregó a la presidenta, es una declaración que yo diría “políticamente correcta”. Eso tiene que trasuntarse para dentro. Por ejemplo, en un esquema de trabajo que rompa con el poder feudal de las grande cátedras, ¿me explico? No sólo en la relación entre universidad y sociedad, sino en el esquema mismo de funcionamiento interno.

Ahora, en ese mismo esquema, hay un sistema donde es muy difícil que los docentes se involucren de otra forma cuando su actividad laboral no es regulada por un Convenio Colectivo, donde es muy difícil obtener un nombramiento, hay muchísimos interinos…

Yo lo he planteado muchísimas veces en el parlamente. Eso tanto para las universidades nacionales como las privadas, claro. Hay regímenes de hecho, regímenes laborales muy diferenciales. Esto se ampara muchas veces en que cada una de las disciplinas es muy diferencial y a veces, sobre todo en las disciplinas más tradicionales, este tema que decís vos, al docente no le interesa mucho. Porque, en las disciplinas que hacen punta -medicina, derecho y económicas en menor medida- la docencia es un epifenómeno del prestigio profesional. En cambio lo que estás planteando vos es pensar la docencia como el núcleo. Pero si vos sos profesor titular de derecho agrario en la Universidad de Buenos Aires, seguro que tenés un estudio con 15 abogados a tu disposición y estás ganando más de 200 mil pesos por mes. ¿Con qué? Con la tarjeta: “Titular de Derecho Agrario de la UBA”. Si sos titular de cirugía, o tenés una clínica, o cerca de eso. Hay una parte de la docencia universitaria para quienes ese tema que planteas no es acuciante, como si lo es para aquellos cuyo eje es la docencia y la investigación universitaria, en el área de ciencias sociales… La universidad argentina tiene esos dos componentes: uno más profesionalizante y otro más académico. Esa es una dificulta. Creo que por eso no hay tanta presión de los docentes en ese sentido. No es que esté en desacuerdo, estoy totalmente de acuerdo, pero yo te cuento las dificultades. Además que ese tema se complejiza con la necesidad de una mayor articulación entre universidad y sociedad.

¿Por qué?

Porque es interesante que una parte de nuestros docentes tengan un compromiso profesional. Es muy importante. En algunas disciplinas… A mi me interesa que una buena parte de nuestros docentes de ingeniería trabajen como ingenieros. Yo te cuento, los profesores de enfermería son los de enfermería del hospital del Cruce de Varela. Y está bárbaro que haya escasa distancia entre mundo académico y mundo profesional, en algunas disciplinas es genial. En otras disciplinas es una idiotez.

De todas formas, si uno tiene una actividad rentada en la universidad, así sea que el inetrés personal pasa por el prestigio que le otorga ese espacio de trabajo, de todas formas podría solidarizarse como trabajador.

Sí, yo no creo que esa gente esté en contra. Yo creo que esa gente bosteza frente al tema.

Pero es parte de la ampliación de derechos.

Sí, ahora yo haría más hincapié que en eso en la estructura de cátedra. En la Argentina hay universidades donde hay esquemas de poder que combinan feudalismo con clientelismo. Horroroso. Que no se da en ningún lugar de la Argentina salvo en la universidad. El auxiliar de cátedra muchísimas veces es un esclavo que escribe y después el docente firma, que da clases y el docente no va, que investiga y aparece con el nombre de otro. Y los peor, es que ese sistema es muchas veces aceptado por el propio joven, con la esperanza de poder hacer lo mismo en el futuro. Eso hay que poder cambiarlo. El esquema de esas cátedras que tienen mil alumnos, treinta profesores, es un barbaridad. Porque eso significa crear poder político desde el conocimiento, es lo peor que se puede hacer. Cuando para cada materia hay varias cátedras, eso se diluye. Las seis categorías deberían entrar en discusión. Bueno, estos son lindos ejemplos de lo que yo te decía antes: todavía falta al interior de las universidades un debate sobre los cambios necesarios.