«A diferencia del movimiento sindical en Europa, ustedes pueden plantearse conducir el proceso de integración educativa»

Paul Bennett, representante del Comité Sindical Europeo para la Educación, participó de la III Reunión de Sindicatos de la Educación Superior de la IEAL que se realizó a principios de noviembre en CONADU. A continuación, reproducimos la entrevista que le hizo Federico Montero, secretario de Prensa de CONADU y Gremial de FEDUBA, sobre la situación educativa en Europa.

1. La crisis europea y el desencanto con el laborismo inglés.

Federico Montero: ¿Qué nos puede decir acerca de la situación política actual en el Reino Unido y en Europa?

Paul Bennett: A diferencia de la situación en América Latina, un proceso que me entusiasma en tanto se percibe que hay un progreso notable, por el momento en el Reino Unido, y en cierta medida en el resto de Europa, las políticas progresistas y las aspiraciones del movimiento sindical están a la espera, en un momento defensivo, tratando de proteger derechos y servicios largamente establecidos frente a los nuevos y salvajes ataques neoconservadores. Desde que estoy aquí, varios colegas expresaron su sorpresa cuando sostuve que nuestro actual gobierno es peor que el de M. Thachter. Creo que esto es así: están haciendo las cosas más rápido, de un modo más agresivo y con menos legitimidad que Thachter en la década de 1980.

FM: ¿Qué sucede en el Partido Laborista? Desde aquí pensamos que el Partido Laborista –a la izquierda en el sistema político– es el que ha llevado adelante los temas que habían sido establecidos por Thatcher. ¿Hay una crisis, hay otra alternativa política? ¿Qué piensa de la socialdemocracia en su conjunto a nivel europeo?

PB: Desde la perspectiva de las organizaciones sindicales, creo que hay un entendimiento sobre la imposibilidad, por el momento, de llevar hacia la izquierda a esta política, en términos de la democracia parlamentaria británica. En los últimos gobiernos laboristas de Blair y Brown, se establecieron –junto a numerosas e importantes medidas progresistas- algunas políticas fundamentales que abrieron las puertas al tipo de políticas que tenemos actualmente. Por ejemplo, al promover el uso del sector privado para producir bienes y servicios públicos, la utilización de ciertos modelos de negocio en el sector público, la introducción de empresarios en la gestión de las instituciones públicas, y un conjunto de tendencias que provienen de la era Brown-Blair y que se han acentuado en la presente gestión de gobierno. Estas políticas habían sido muy polémicas en la propia época de Brown y Blair; los sectores de izquierda tenían una idea de hacia dónde conducían. Se dirigían directamente hacia esta gama de políticas neoconservadoras que tenemos ahora. Hay que decir que no comenzaron con el laborismo, pero hoy no hay una legitimidad ideológica en el Partido Laborista; ésta tiene que ser reconstruida. Existen cuadros nuevos y jóvenes en el Parlamento que ingresaron al laborismo y no coinciden con la era Blair-Brown, siendo muy críticos con esas políticas. Entonces, hay una tarea para el futuro, pero estos grupos tienen que trabajar al interior del Partido Laborista y, para hacerlo tienen que ver qué sucede con el liderazgo de Ed Miliband, actual líder del partido y joven ex ministro de Brown. En realidad, ya se venía registrando un proceso de cambio en el laborismo en los tiempos previos a la asunción de Cameron. David Cameron es una figura mediática increíblemente convincente que, hasta el momento, no ha sido aparentemente afectado por el enorme descontento frente a sus políticas. Entre los perjudicados por sus medidas, están el movimiento sindical y numerosos sectores de la sociedad. Muchos sectores de clase media y trabajadores que apoyaron a Cameron pensaron que sus propuestas y recortes respondían a criterios objetivos, neutrales y no ideológicos. Pero está claro que estos recortes son medidas políticas que tienen profundas raíces en el conservadurismo, y un gran efecto en la sociedad: se dirigen hacia el debilitamiento del Estado del Bienestar y a cambiar los marcos de acuerdo entre los empresarios, trabajadores y el gobierno conformados desde la posguerra de 1945, alterando el balance de poder en el Reino Unido.

Aunque muchos sectores de clase media pensaban que no iban a ser afectados, de a poco esto empieza a notarse. Por ejemplo cuando en un pequeño pueblo rural conservador, la biblioteca pública cierra y la gente dice: «¡Oh, no nos dimos cuenta de que esto iba a suceder», en efecto, lo que está sucediendo por debajo es que la gente, poco a poco y a nivel de su cotidianeidad práctica, está dándose cuenta de las consecuencias negativas de estas políticas del gobierno. Gran parte de la pasión y la ira han sido desviadas desde Cameron hacia el líder demócrata-liberal Nick Clegg [Vice Primer Ministro británico] quien estuvo en el centro de la escena, conduciendo el Partido Demócrata Liberal durante el último gobierno. El siempre criticaba por izquierda y, entonces los “lib-dems” y sus simpatizantes se sintieron absolutamente traicionados luego que, por razones absolutamente cínicas, formara una coalición con un partido claramente a la derecha de ellos [el Partido Conservador gobernante]. Un conjunto de políticas que están en el corazón de la concepción liberal-democrática estaban incluso a la izquierda del laborismo, que cuenta con una historia de tradición democrática. De ese modo, cuando estos líderes hicieron un pacto por la espalda, en contra de los deseos de la mayoría de los miembros fundadores, eso contribuyó en buena medida a enrarecer el ambiente del conjunto de la política británica. La sensación de frustración que tenemos a partir de la presente falta de una oposición creíble hacia el actual gobierno es muy fuerte. Y el movimiento sindical está organizando un fuerte ataque contra las políticas de Cameron y es que creo que llegar una gran franja de gente común en el Reino Unido, que en el pasado probablemente haya sido muy escéptica sobre el sindicalismo -desde que en la época de Thatcher se montó, junto a los medios de comunicación, una escalada de agresión contra los sindicatos-. Considero que hoy los sindicatos están recuperando su voz; tienen una mayor recepción entre más personas porque dicen las cosas como son, dicen la verdad.

FM: Probablemente los sindicatos cuenten con esa legitimidad ya que los derechos se ven afectados no sólo por el gobierno de Cameron, sino también por los efectos de la crisis económica

PB: Sí, es cierto. Una de las diferencias estructurales en el movimiento sindical entre la época de Thatcher y la actualidad, es que previo a que Thatcher comenzara a acosar al movimiento sindical y a destruir la base manufacturera de la economía, existían 10-12 millones de afiliados sindicales en todas las industrias. Hoy contamos con 6 millones de afiliados, con una abrumadora mayoritaria en el sector de los servicios públicos (docentes, y otros) o en los profesionales de cuello blanco. De este modo, la estructura y el carácter del movimiento sindical ha cambiado significativamente en un periodo de 30 años.

FM: Y ese fenómeno ¿también cambió la estructura del Partido Laborista?

PB: Sí, por cierto. Una de las cuestiones características de la política –si lo vemos desde una perspectiva sindical- es que la gente de izquierda que aspira a una carrera en el Parlamento quiere hacerlo por la vía rápida. Se trata de personas de treinta o cuarenta años que hacen una carrera en otro lado (por ejemplo, tres años de política estudiantil, uno o dos años trabajando en una oficina del movimiento sindical o de asistente de algún miembro del Parlamento). Entonces, se trata de jóvenes muy entusiastas e incluso brillantes pero que no tienen la carrera de las personas que hacían política en el pasado. La forma en que, anteriormente, había una carrera previa más larga o que, por ejemplo, se trabajaba en los Consejos Locales durante muchos años, es cada vez más atípico que se conviertan en miembros del Parlamento. Actualmente, el espectro de quiénes llegan es más angosto, en general vinculado a “soldados rasos” de algún líder que pueden ser guiados en cualquier dirección. Pero también comenza a crecer la idea de que el mero seguidismo del líder como era con Brown y Blair no está funcionando. Entonces, de algún modo, esto tiende también a cambiar los modos de liderazgo y la relación con los simpatizantes en el caso de Miliband, puesto que su condición juvenil compartida habilita a que haya más discusiones de igual a igual que las que habia con Blair y Brown. Es una situación muy fluida, pero en ese contexto, el Partido Laborista no ha mantenido el rol de oposición que se necesita. Como sucede con las organizaciones de izquierda, ha insumido por ahora más energía en la discusión interna sobre una caracterización exacta del punto de llegada de su política más que señalar los males evidentes del avance del capitalismo.

FM: Pareciera que en Europa se trata de economías que se guían únicamente por las necesidades del sector financiero y la reproducción de los activos financieros y esa fue una de las características que teníamos aquí antes de la gran crisis que tuvimos aquí a principios de la década pasada…

PB: Es importante ver cómo de la salida de la enorme crisis, uds. se estabilizaron y siguieron con un crecimiento muy rápido para medir en qué punto de la crisis nos encontramos nosotros y las posibilidades de regular los ciclos de la economía. En el Reino Unido, Blair y Brown nos engañaron, porque pensaron que del modo en que ellos dictaban las políticas estaríamos en una infinita montaña rusa económica. Pero la montaña rusa se estrelló y vemos que el estado tiene que regular. La historia de los últimos 30 muestra claramente que el mercado, los negocios, tienen que ser regulados. Es un sinsentido decir que hay que dejarlos liberados, y se comportarán con regularidad. El hecho es que ningún partido político en el Reino Unido parece asir esa dolorosa verdad.

FM: De algún modo puede pensare que esa es una gran “derrota cultural”, incluso para los sectores políticos de centroizquierda e izquierda. En la Argentina fue la crisis de 2001 y la recuperación desde 2003 la que brindó la oportunidad para cuestionar esto ¿Cuáles son las posibilidades que esta crisis de Europa habilite repensar otras ideas sobre la economía y el rol del estado?

PB: Uno de los problemas centrales es que tenemos un conjunto de políticos que lideran Europa a los que no parecen conducir hacia ese lugar y que se puede pensar que tienen una respuesta “precaria” a la crisis. Sarkozy acaba de atravesar una elección; Merkel –quien en muchos sentidos ha emergido como una figura muy potente en relación a ciertas políticas- pero también es vulnerable; Cameron está fuera del centro de los debates de la Unión Europea. La sensación es que nadie está a cargo de conducir la crisis desde que estalló, hay un vacío de autoridad en el que uno piensa “no hay nadie a cargo”, aunque Sarkozy y Merkel estén allí. Comparándolos con Brown y su equipo, y para dárles algo de crédito luego de haberlos criticado, parecía que por lo menos ellos tenían cierta idea de qué hacer con esta situación. No es el caso de los líderes que tenemos ahora. Estamos preocupados por un efecto dominó: Grecia, España, Portugal, Italia; si esto sigue ocurriendo estaremos con mucha menos capacidad de control.

 

2. Las políticas de ajuste en Educación Superior en Inglaterra

FM: Si tenemos en cuenta la educación superior, ¿cuál es la situación en Inglaterra?

PB: Es oportuno que te hayas referido solamente a Inglaterra ya que no hay una política de educación superior del Reino Unido. En Escocia tienen ahora un Devolved Government [políticamente descentralizado] y su educación superior diverge en gran medida de la política de educación superior inglesa. Como comenté en la conferencia durante los últimos dos días, la forma en que el gobierno de Cameron ha atacado a la educación superior es muy controvertida y ha sido muy perjudicial, sólo estamos viendo el comienzo de los efectos que tendrá.

La clave de esta política está en cambiar los cimientos de las instituciones: los estudiantes pagan cuotas muy caras para estudiar en la universidad. En el gobierno intenta avanzar en una política donde habrá un espectro de tasas de matriculación universitarias en la que se podrá cobrar un máximo de nueve mil libras. Pero el gobierno –y esta es una de las fuertes críticas que se le hicieron- pensó ingenuamente que muchas universidades optarían cobrar menos de ese máximo, subestimando la cantidad de instituciones que sólo cobrarían esas tasas máximas (que son la gran mayoría). Esto obviamente echa interrogantes sobre las posibilidades de los sectores económica y socialmente menos favorecidos en ingresar o continuar en la educación superior.

Es una política muy disfuncional porque los estudiantes no tienen que pagar las tasas desde el inicio, sino cuando consiguen sus trabajos luego de graduados; allí cancelan esos pagos. La idea que el gobierno propuso y llegó al público sobre esto, es que este tipo de medidas le permite cubrir el déficit financiero. Pero esto no tiene sentido; desde el sindicalismo lo hemos señalado: por ejemplo, no estamos muy seguros que los trabajos de posgraduados puedan alcanzar para pagar esas tasas. Se trata de una política perjudicial y una cuestión a revertir, sobre todo dentro de los “lib-dems” que estaban mucho más decididamente en contra de estas políticas que los propios laboristas. Los partidos políticos y los medios de comunicación tienen que tomar nota de estos cambios ya que, de otro modo, el sistema de educación superior resultante será muy regresivo.

FM: ¿Qué sucede con la reacción de parte de los estudiantes?

PB: Los estudiantes están muy enojados. Puede decirse que están trabajando en forma conjunta y con grandes manifestaciones junto a los académicos . De algún modo las manifestaciones habituales frente a la política gubernamental están empezando a resurgir. En un contexto de la última década se observa un resurgimiento de la manifestación como herramienta de la izquierda; desde las manifestaciones contra la guerra de Irak, y actualmente en relación a diversas áreas de política interna en las que el gobierno ataca en forma salvaje. En cuanto a la universidad, como en otras áreas del sector público, el sistema de jubilaciones está comprometido. Es un problema que funciona de este modo: “Pague más”; “Trabaje durante más tiempo” y “Cobre una jubilación menor cuando se retire”. Entonces, no es sorprendente que todos estén furiosos con este intento de recorte de derechos.

Volviendo a un tema central de las universidades actuales, uno de los intentos con intención ideológica consiste en sancionar a las instituciones, en las que los cursos Humanidades y la Ciencias Sociales son percibidas como “económicamente inútiles” desde el punto de vista del mercado laboral. Sin embargo, los empleadores del mercado laboral tienen una percepción muy simplista sobre el perfil de los graduados, e incluso, generalmente el mercado laboral absorbe sus empleados a partir de ejes que son transversales a todas las carreras como la capacidad de elaborar pensamiento crítico, análisis y transmisión del conocimiento. Entonces, esta idea que algunas disciplinas valen menos que otras es simplemente ridículo, pero estamos ante un gobierno compuesto por personas con prejuicios muy profundos. De un modo bizarro, es el mismo gobierno está tratando de desconocer los grandes cambios que se dan en la escuela, y ha intentado implementar en las currículas escolares, por ejemplo, la enseñanza de la historia basado en la historia de los reyes y reinas, las grandes batallas, etc.

FM: Allí podría trazarse una relación con la crisis de la tradición ideológica de la izquierda, en tanto existe una concepción en el campo académico que no está relacionada sólo con su funcionalidad respecto de la dinámica económica. Asimismo, también hay que considerar el lugar que las ideas tienen en la crisis de los partidos de izquierda ¿cómo se refleja esto en los académicos?

PB: Creo que se refleja en una preocupación por lo que este gobierno está tratando de hacer sobre la libertad académica y sobre la idea de orientar la investigación al resultado económico-instrumental inmediato. Ese es un argumento que se puede “vender” fácilmente al público: “Por supuesto que toda investigación tiene que convertirse en un producto o servicio útil”. Obviamente, desde el espectro académico se resiste a políticas como estas. De eso se trata la vida académica y la investigación: tiene que defenderse como un derecho en sí mismo, además de su utilidad social.

FM: En relación a los intelectuales de izquierda, ¿qué lugar o peso tienen en la opinión pública inglesa?

PB: Posiblemente tengan influencia entre los formadores de opinión, pero no entre el público extendido en general. Cuando uno mira el tipo de debates intelectuales en Francia, con un seguimiento público muy fuerte, de algún modo vemos como en el Reino Unido hay una discusión mucho más elitista. Es un poco triste…

La New Left Review se lee más aquí en Argentina que allá en Inglaterra…

Sí, probablemente (ríe). Los ámbitos en que estos debates tienen lugar son muy estrechos y tienen pocos seguidores en el Reino Unido.

 

3. Estrategias de integración en educación superior y la discusión sobre el proceso de Bolonia

FM: En el marco de las jornadas hemos discutido el proceso de integración en la educación superior; en Europa emerge el proceso de Bolonia. Hay un gran debate -así como procesos de lucha- en América Latina sobre la educación superior del sector público y la que está ligada al mercado, ¿Cuál es su impresión sobre esto?

PB: Mi punto de vista –creo que compartido con los compañeros del movimiento sindical europeo- es que el proceso de Bolonia puede pensarse como una “arena” en la que los sectores neoconservadores y los progresistas están luchando. Obviamente es cierto que hay visiones neoconservadores (o pro-mercado) al interior del proceso de Bolonia. Pero es igualmente cierto que un conjunto de representantes gubernamentales, miembros de los sindicatos (incluyendo los universitarios, de los cuales soy uno de los dos representantes dentro del Proceso de Bolonia) hacen causa común con los estudiantes y la causa de Europa, y que discuten con fuerza para lograr un modelo progresista del sector público, teniendo en cuenta que este sigue siendo el paradigma dominante del sistema universitario europeo como un todo y que una serie de gobiernos siguen protegiendo fuertemente sus instituciones y sus universidades públicas. No hay que olvidar que a diferencia de la Unión Europea -que es un proceso que, crecientemente, deja de requerir de acuerdos con los estados individuales para avanzar, ya que las distintas áreas de la UE y de la Comisión Europea tienen una vida propia- el proceso de Bolonia es llevado adelante por los representantes nacionales y los Ministros de Educación y responsables de educación superior que se reúnen periódicamente. Por lo tanto, son muy claros con el marco en el que se está manejando. Y eso significa que los gobiernos nacionales ven muy claramente lo que se va proponiendo.

Dos ejemplos sobre esto. Los representantes del gobierno del Reino Unido a menudo tienen una postura crítica que en general se traduce en un escepticismo sobre el proceso de Bolonia. Y sus posiciones no suelen ser las que guían el debate. Ello es porque al interior del proceso de Bolonia hay un conjunto de visiones individuales y nacionales y, de este modo, las posturas adoptadas hacen que sea dificultoso avanzar en cambios mayores o que ellos tengan un lugar privilegiado en la agenda. Otra manifestación de esto fue cuando las presidencias francesa y checa, uno tras de otro en sucesivas reuniones, trataron de avanzar con un ranking de instituciones, una cuestión que fue firmemente resistida por la mayoría de los países y organizaciones nacionales. Eso fue un claro ejemplo de cómo el sistema puede resistir al intento de pocos países de imponer la agenda de un modo particular.

Ahora bien, podría ser discutible que el proceso de Bolonia tenga una inercia peligrosa, y no hay duda de que desde que estalló la crisis financiera se ha producido una detenimiento del proceso, con un menor compromiso y optimismo en avanzar en ese marco. Una de las frustraciones tiene que ver con lo que se ha trabajado colectivamente en los últimos diez años, en iniciativas progresistas sobre el sentido que la educación superior europea tiene que alcanzar, la dimensión social de extender el acceso a la educación. En relación a lo que tuvo lugar el año pasado en Budapest y Viena, donde los Ministros se comprometieron a avanzar en la noción de “supportive environmet” [entorno facilitador] en las instituciones de educación superior. Todas estas son palabras bonitas, pero lo que está faltando es que pasen de ser discutidas a que se conviertan políticas reales.

FM: ¿Cómo es el funcionamiento del proceso de Bolonia? En el marco de los acuerdos que tienen lugar en las reuniones ¿los estados se comprometen a lograr ciertas cuestiones o los temas quedan sólo declarados?

PB: Bueno, hay una brecha entre lo que se propone, los principios, y el desarrollo concreto de políticas. Hemos trabajado durante algunos años para sugerir mecanismos de mayor movilidad, pero, en última instancia, eso requiere una gran masa de dinero para permitir una mayor movilidad. Otra de las cuestiones que están claras es que si bien las reuniones incluyen la participación muy activa de los Ministros de Educación Superior, si ellos no vuelven a sus países y hablan, por ejemplo, con los Ministros del Interior, los de Seguridad Social (sobre, por ejemplo, la portabilidad de las pensiones o derechos vinculados a los seguros nacionales) el impacto es limitado. Por lo tanto, se necesita ensanchar los diálogos entre de los ministerios en cada país, así como el diálogo con otros actores nacionales. Una de las dificultades que está a las puertas del proceso, obviamente con tantos países involucrados, es el lento circuito que conlleva y la divergencia real de las respuestas que cada país tiene. Algunos firman “por arriba” y otros deben llevarlo a casa, crear mecanismos y comunicaciones específicos para debatirlo. En ese sentido la Secretaría del proceso de Bolonia está incrementando las funciones para monitorear estas cuestiones y hay una mayor presión para moverse a través de los objetivos, pero, pero aún significa que hay un espectro bastante amplio para que no todas las respuestas impliquen compromiso. Por ejemplo, existen divergencias entre distintos países sobre la percepción del papel de los bachilleratos y los masters en el mercado laboral: los distintos modos en que los empleadores toman en cuenta esos títulos, de acuerdo a las profesiones, algunos son muy escépticos, otros no. Una vez más, varía de país a país.

FM: ¿Y cree ud. que los países de América Latina debieran entrar en el proceso de Bolonia?

PB: Siempre dudo sobre varias cuestiones de América Latina a partir de mi conocimiento limitado sobre la región, pero en los últimos días he cambiado mi percepción de manera significativa. Creo que las instituciones de educación superior de América Latina necesitan definir un proceso de integración. Es un camino muy complejo, un proceso que no puede ser “impuesto desde afuera”, que responde al mundo exterior. De allí parte el interés que han expresado de América Latina, de Australia, de América del Norte y una cantidad de regiones en el proceso de Bolonia. Estoy seguro de que, así como en Bolonia, cada uno de los países tiene que tomar parte en el desarrollo en base a sus propias instituciones, sus propias culturas, su prioridades, al igual que en otras regiones. Pero, según lo que estuve escuchando en estos días, existe un fuerte impulso en América Latina para llevar la conciencia y la cultura latinoamericana a un terreno común dentro de la educación superior de la región. Lo cual parece un gran proyecto en sí mismo. Y si lo relacionamos con el proceso de Bolonia, entonces el desafío sería decidir si ambos procesos pueden ser realizados en conjunto.

El foco tiene que estar puesto en el gran proyecto de integración latinoamericana, y en cuanto a Bolonia, en todo caso, será cuestión de ver como lo acompaña, lo apoya y ver la compatibilidad que tenga con ese gran proyecto que es el suyo. Cuando vine aquí, pensé que la reunión de seis países latinoamericanos en un encuentro sobre políticas universitarias no tendría mucho sentido para cada país, pero ahora veo que están comprometidos en un proyecto común mucho más grande, que hace que la discusión sobre Bolonia sea un poco menos significativa.

FM: Tal vez el estudio del proceso de Bolonia puede ayudar a América Latina en su propia vía de realizar una integración en la región y para luego, discutir el proceso de Bolonia. Pero, como decía, creo que la discusión y el aprendizaje del proceso que tienen ustedes, podría ayudarnos fundamentalmente con un proceso propio.

PB: De acuerdo, ustedes pueden tener un aprendizaje de esto. Exactamente lo que yo quería decir. Atender a las ideas generales del proceso y las políticas, y hacerlo en función de su propia agenda. Nadie los empuja a ustedes a adoptar esto o aquello; de este modo, pueden ver, estudiarlo y tomar lo que les es útil para su propia experiencia.

FM: La pregunta sería qué actor político puede conducir el proceso de integración. Porque si no se sabe quiénes son las referencias que conducen, no sabremos de qué se trata el juego

PB: Una de las grandes ventajas que ustedes tienen, hasta donde he podido ver, es que, a diferencia del movimiento sindical en Europa, donde estuvimos seis largos años luchando para que nos permitieran entrar en el propio proceso de Bolonia, ustedes pueden plantearse conducir el proceso. Y están más preparados para encarar su propio camino, como lo ha mostrado CONADU. En ese sentido decía que tienen ventaja considerable. Por ejemplo, el próximo año en la Conferencia Mundial de Eduación Superior [que se realizará en Buenos Aires en septiembre de 2012] ustedes pueden identificar políticas y estrategias que les resulten convenientes para el proceso de Bolonia, para otras regiones, afianzar las relaciones Sur-Sur, etc. La Conferencia Mundial del próximo año será una buena oportunidad para incentivar una experiencia de intercambio y aprendizaje mutuo y, lo digo de nuevo, de acuerdo a lo que fui conociendo en los últimos días creo que los participantes de todas las regiones estarán muy entusiasmados en escuchar lo que ustedes tiene para decir desde América Latina. Particularmente nosotros del Norte, quienes estamos en una situación conflictiva con nuestros propios gobiernos y con las economías en problemas. Venimos de la era de Reagan-Thatcher.

Y aquí quería hacer una breve comparación. Muchos de los países latinoamericanos se enfrentan al desafío de la industrialización a partir del cual tienen que exportar sus materias primas y así obtener financiamiento para importar insumos de la industria. Bueno, entonces pensaba: ¡Por lo menos tienen materias primas para exportar! Creo que en lugar de ser una desventaja, esto puede ser una ventaja: algo para construir desde allí –desde un nivel básico de activos- sus proyectos, tienen activos concretos desde los cuales pensar una estrategia de desarrollo, a diferencia de nosotros, que tenemos activos electrónicos y de papel.