«Hay inercia de la universidad para incorporar los temas de género»
En “CONADU en el medio” compartimos con Nathalie Goldwaser, politóloga, estudiante de doctorado en Ciencias Sociales de la UBA, docente de FADU y becaria del CONICET y del Instituto de Investigaciones Gino Germani, sus investigaciones y experiencias sobre la cuestión de género en la educación superior.
– Hace algunas semanas moderaste en el Gino Germani un encuentro sobre “El concepto de género en la educación superior. Una mirada de América Latina desde Colombia”. ¿Cuáles fueron algunas de las conclusiones?
Se trató de una charla distendida que contó con las exposiciones de Gabriela Castellanos, profesora en la Universidad del Valle en Colombia; Mario Pecheny, politólogo de la UBA dedicado a las cuestiones de salud y sexualidad y Gilou García Reynoso, médica psicoanalista, entre otros. Y por ejemplo se plantearon los logros que los estudios de género, desde el año 1970, han producido en la investigación en ciencias sociales y humanas. Pero también surgieron las limitaciones que el concepto conlleva, ya que en general se lo asocia a la cuestión de la mujer. Es decir, a los derechos de la mujer, de cómo la mujer ha sido siempre subalterna, oprimida o reprimida por sociedades patriarcales.
En América latina todavía escasean los estudios de género tanto en materia de grado como de posgrado. O sea efectivamente hay una inercia, institucionalmente hablando de la universidad, para incorporar los temas de género. Entendiendo por género la relación entre los sexos, es decir se habla de género porque se habla de las relaciones conflictivas entre hombres y mujeres, hombres-hombres y mujeres-mujeres.
Gabriela Castellanos planteaba durante el encuentro que los estudios de género quedaron como en un «gueto», y entonces convivimos los que estudiamos las cuestiones sobre la mujer con otras disciplinas y con otros modos de leer la historia, la política y la economía, pero todavía relegados en un pequeño departamento, donde tenemos voz pero no siempre la escucha que se necesita.
Un poco la conclusión de este encuentro fue que en particular en América latina aun nos hace falta encontrar una identidad propia respecto a la temática, respecto a las relaciones entre hombres y mujeres, hombres-hombres y mujeres-mujeres. Pero al mismo tiempo notamos también que entre los propios estudiantes no hay una masa crítica que demande tomar la historia desde la perspectiva de género.
– ¿Existen diferencias entre los países de América latina?
En Argentina se ha abierto un debate muy rico que tiene que ver por un lado con un movimiento feminista muy temprano, porque se pueden rastrear movimientos feministas en el siglo 19, situación que no existió en Colombia por ejemplo. Y al mismo tiempo claramente el derecho al matrimonio igualitario es un síntoma de que se están dando debates en profundidad en materia de las diferencias entre los sexos. Se abren espacios para debatir, congresos, seminarios. Por eso remarcaba la cuestión de la masa crítica de estudiantes que aun no demandan que se incorporen estas temáticas a materias que son troncales y fundamentales en sus carreras.
Sin embargo, las cuestiones más relacionadas a la mujer no deberían estar mezcladas a las cuestiones femeninas. Es decir, en general son mujeres las que hacen teorías de género y ahí hay un error, porque si bien es cierto que la cuestión de la mujer, como la cuestión de clases, siempre ha sido reivindicado por el sujeto oprimido, habría que analizar, por ejemplo, qué sucede con el derecho al aborto, en el que intervienen varios géneros, muchas disciplinas y preocupa a todo el mundo.
En ese sentido es que ponemos la duda sobre cómo salir de ese “gueto” y poder plantear las cuestiones de las mujeres en relación a una sociedad. Es decir, tratando de notar que el problema es colectivo, no es individual, de empoderar a una mujer, sino más bien de encontrar soluciones colectivas en relación a temáticas que tienen que ver con las instituciones, con la educación, con el aprendizaje y con el desarrollo cotidiano de la vida en general.
– ¿Cómo ves el acceso de las mujeres a lugares de poder en la universidad?
Creo que solo hay tres rectoras mujeres en las universidades nacionales. Se ha hecho un estudio sobre la cantidad de docentes mujeres y parece ser que el país que tiene mayor participación de mujeres en el ámbito académico es Cuba con un 45%. Sin embargo, la participación de las mujeres en el ámbito de gestión académica no nos habla de una apertura a nivel mental y simbólico sobre el tratamiento de los derechos de las mujeres. Sobre todo porque la cuestión de género no debe estar solamente en las cabezas de las mujeres, sino también de los profesores que tienen una gran responsabilidad ante los estudiantes para poder plantear estos temas.
Por ejemplo, yo estoy trabajando sobre la figura de la mujer en la fundación de la idea de nación en Argentina y en Colombia en el siglo 19, y cada vez que en un congreso me inscribo en una comisión de historia política y pongo la palabra “mujer” en el título inmediatamente me derivan a una comisión de género. Y viceversa: las teorías de género me derivan a la historia política porque no trato las cuestiones con perspectiva de género. Justamente, en esa intersección entre disciplinas es donde hay que trabajar.
Es decir, la metodología o el pensamiento de género puede perfectamente estudiar la Historia, con mayúscula, y viceversa. Ahí es donde pienso que la idea de “gueto” es interesante. Tanto para pensarlo endógenamente, es decir al interior del movimiento feminista, como en el exterior, que necesita encerrar al movimiento feminista en un espacio y entonces no se incorpora a las disciplinas más clásicas.
Y esto es un error porque se trata de relaciones entre los sexos, donde sin duda las diferencias existen. Por ejemplo, el solo hecho de que las mujeres seamos las procreadoras nos pone en desventaja a la hora de cumplir con responsabilidades laborales. Y en eso la sociedad también tiene su responsabilidad. Si hablamos específicamente de la universidad, se debería contemplar cuando una mujer tiene un hijo y, por lo tanto, necesita instituciones que contengan esa maternidad. La Universidad de Buenos Aires, por ejemplo, es deficitaria en ese aspecto.
Por eso es interesante la mención de que las mujeres tengan un empoderamiento en los espacios de gestión y decisión política, porque es necesario diferenciar que no es lo mismo el sexo femenino con las reivindicaciones que las mujeres necesitamos en estos ámbitos políticos. Además, estamos en una situación muy particular porque tenemos una presidenta mujer que desde el principio ha reivindicado la cuestión de su sexo femenino y de su género mujer, y los medios de comunicación han difundido discriminaciones, mensajes de violencia directa por el hecho de ser mujer, sobre todo a comienzos de su gestión. Entonces, a eso apunto con la idea de replantearnos qué nos produce el sexo femenino en los lugares de poder.