Carlos Rozanski: «Que dentro de la propia justicia haya surgido un movimiento que cuestiona su espíritu corporativo es muy importante para la sociedad»

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Durante los días de audiencia pública por la ley de medios ante la Corte Suprema, hablamos con Carlos Rozanski en “CONADU en el medio”. Rozanski integra el Tribunal Oral en lo Criminal Federal N° 1 de La Plata, es miembro de “Justicia Legítima” y un juez reconocido por sus sentencias contra Miguel Etchecolatz y el sacerdote Christian Von Wernich.

– Cristina Pauli (CP): Doctor Rozanski, la justicia que tenemos, la que estamos viendo por televisión en estos días que se está analizando el tema de la ley de medios, ¿es legítima?

 – Carlos Rozanski (CR): Por ahí la palabra no es muy feliz en cuanto a la definición de justicia legítima. Se puso ese nombre, es un movimiento espontáneo que se genera dentro de la justicia.

Yo creo que sí, que no cabe ninguna duda de que la justicia actual de la Corte Suprema analizando el caso de la ley de medios es absolutamente legítima. Eso es independiente del fallo que pueda llegar a sacar.

 La legitimidad la da la democracia. Es decir, no se puede discutir que es una Corte que surgió en democracia y que, en el caso de la República Argentina, posibilitó los juicios que se están haciendo por el terrorismo de Estado. De modo que tiene una legitimidad indiscutible. Eso es independiente del fallo en el caso de la ley de medios o en cualquier otro.

 – CP: ¿Usted cómo lo ve a ese tema?

 – CR: Yo tengo una opinión formada, pero no soy competente y lo está decidiendo la Corte. Ahora, mi opinión tiene más que ver con el fondo de la cuestión, lo cual trasciende un fallo incluso de la Corte. El fondo de la cuestión es qué tipo de país queremos y qué tipo de medios de comunicación queremos.

Es tan grave el alcance de los medios de comunicación hegemónicos en cuanto a formadores de opinión, es tan grave lo que puede pasar cuando se manipula la opinión pública, cuando el dominio de esos medios da espacios para generar climas ―ya sea de inestabilidad aparentemente caóticos―, como cuando se comunica durante todo un día o semana o meses un homicidio o una violación como si ese día hubieran sucedido 50. Ahí es donde radica la verdadera importancia de trabajar para tener medios de comunicación verdaderamente democráticos y, sobre todo, no monopólicos.

 – CP: Claro, porque se genera una corriente de opinión que también influye en los jueces…

 – CR: Yo creo que termina influyendo por muchas razones. Primero, porque cuando la comunicación es muy intensa y bombardea con esa información ―que muchas veces es tergiversada, es cambiada y es interesada― por algún lado entra. Si a eso le sumamos que los jueces al igual que todos tenemos subjetividades por ser humanos, pero evidentemente no es la misma la de cada uno. Y detrás de eso está propiamente la ideología, que es la que impulsa una decisión u otra. Entonces si los formadores de opinión bombardean con determinados temas, cada uno sabrá qué nivel de resistencia tiene y va a depender de su punto de vista. Si el juez tiene el mismo punto de vista que los medios hegemónicos evidentemente su decisión va a estar influenciada.

 – CP: Dr. Rosansky, usted decía que Justicia Legítima es un movimiento que fue surgiendo. ¿Cuáles son las principales cosas que los unen a los que integran “Justicia Legítima” y por qué cosas están peleando?

 – CR: Yo creo desde el primer momento que el surgimiento es saludable, porque es una corporación absolutamente dogmática, absolutamente conservadora y reaccionaria en su mayoría, y eso mismo es lo que garantiza el no cambio durante décadas. De modo que dentro de la propia justicia haya surgido un movimiento que cuestiona ese espíritu corporativo es en sí mismo importante para la sociedad.

Ahora se han ido sumando sectores importantísimos que no pertenecen a la justicia, porque es materialmente imposible en una corporación conservadora como esta que los cambios se produzcan exclusivamente con gente de la corporación, ¿se entiende? Tiene necesariamente que contarse con una apertura, que es la que se produjo desde el primer día. De modo que acá lo importante es que se trata de gente que está absoluta y totalmente decida a romper con el criterio corporativo tradicional.

Uno de los emblemas de que eso, lamentablemente, sigue vigente es el fallo de la Corte Suprema que desconoce o que declaró inconstitucional la ley que establecía la votación popular para los miembros del Consejo de la Magistratura. Esto es algo que yo considero negativo en todo este proceso, pero también hay que aceptarlo como fallo de la Corte, que es una justicia absolutamente democrática. A mí entender es malo.

 – CP: ¿Y por qué es malo para usted?

 – CR: Es malo porque hay una cuestión fundamental que tiene que ver primero con el sentido de esa ley. El sentido de esa ley uno no puede verdaderamente ni desconocerlo ni quitarle importancia, porque el Consejo de la Magistratura actual, la parte que se modificaba con esta ley es aquella parte que es elegida por miembros de la corporación. O sea, los representantes de la corporación, de académicos, de abogados y jueces, de las tres corporaciones que integran el Consejo de la Magistratura, que son aproximadamente la mitad, provenían y van a seguir proviniendo de votación de los propios colegas corporativos.

Esta ley lo que proponía, fue concretado y ahora ya no se puede aplicar, es que esos miembros que van a estar sentados en el Consejo de la Magistratura sean elegidos por voto popular. Si tenemos en cuenta que los jueces que son elegidos y o destituidos por el Consejo de la Magistratura son los que todos los días deciden la vida de 40 millones de argentinos, cómo no va a ser saludable que 30 millones de esos argentinos estén votando quiénes van a representarlos en el Consejo.

– CP: Claro, se lo acusaba a eso de partidización o de que podían estar vinculados con algún partido político para ser electos y entonces iban a tener una mirada no objetiva. Como si hubiese una mirada objetiva…

 – CR: No, sin duda. Primero que no la hay y en segundo lugar que cada uno de los jueces que integran actualmente el Consejo de la Magistratura tienen una opinión política. Segundo, que la expresan cada vez que votan en cualquier tipo de elección, intermedia o presidencial. En tercer lugar, que muchas veces sus simpatías no solo son conocidas, sino que cuando no son conocidas se deducen a partir de las decisiones que toman. La sentencia es eso, es la puesta en acto de la ideología del juez que la está dictando. Es imposible despojarse de la cosmovisión que tenemos cada uno de nosotros. Por otro lado, la partidización es absolutamente relativa porque en la boleta de un partido no cambia en absoluto, porque en última instancia el partido que gane va a estar representando a la mayoría del pueblo que lo votó; además de la representación por la minoría.

Por lo tanto, a mí me parece incluso que se modifica el sentido de la ley cuando se declara inconstitucional y se opone a eso; por eso la oposición cuando dijo “no queremos todo el paquete”. ¿Se entiende? Y una parte importante, para mí decisiva, de ese paquete de leyes era nada menos que sentarse en Consejo de la Mgagistratura con la representatividad de 30 millones de personas. Porque no es lo mismo sentarse y representar a una corporación que no eligió y a la cual le pago la cuota todos los meses.

Yo creo que estamos en búsqueda de una justicia distinta, donde pertenecer significa estar orgulloso de ser votado por integrar un Consejo de la Magistratura votado por 30 millones de personas y entonces ahí se legitima mucho mejor qué jueces se van a designar o a echar. Porque van a ser representativos de 30 millones de personas y no de una corporación que lo que busca generalmente es proteger a sus miembros.

 – CP: ¿Cómo sigue el desarrollo de este movimiento? ¿En qué andan ahora?

 – CR: En estos momentos se está tramitando la personería jurídica, que lleva su tiempo. Pero independientemente de eso el movimiento sigue estando absolutamente activo y creciendo en todo el país. O sea, uno ve que en todas las provincias existe un sector de la justicia y del resto de la sociedad de esa provincia que es gente que quiere una justicia democrática y quiere una justicia no corporativa. Evidentemente eso es algo que a mi entender, una vez que se dispara en una sociedad, no tiene vuelta atrás. Habrá alguno que entrará y otro que saldrá, pero como movimiento y como idea de democratización es irreversible; porque sino no hubiera surgido.

– CP: Claro. En realidad también es difícil que haya surgido en un ámbito como el Poder Judicial…

 – CR: Yo diría que es casi un milagro (risas). Si fuera religioso yo diría eso, es como tener un papa argentino. Que de la propia justicia haya nacido la inquietud de tener una justicia mejor… porque la definición de corporación como la nuestra, sobre todo cerrada y reaccionaria, es incompatible con que sus propios miembros sean conscientes de la necesidad de democratizar. Eso es un tema crucial.

 – CP: No puedo dejar de preguntarle. Hoy mencionaba cuando lo presenté que usted fue miembro del Tribunal que juzgó a Von Wernich y a Etchecolatz. ¿Qué significaron esos casos, que fueron tan resonantes, para su carrera? Supongo que muchos amigos no hizo con eso.

 – CR: No, pero lo que sucede es que hay actividades que si se hacen de una manera determinada permiten ganar amigos, otras permiten perder amigos y otras permiten tener determinada clase de amigos. De modo que en este caso concreto yo lo que creo es que si se lleva a cabo siguiendo las convenciones de la Constitución Nacional, criterio que mi entender es el modelo actual en derechos humanos, entonces se van a tener menos amigos de aquellos sectores a los cuales a uno no le interesa tener amigos y más amigos en aquellos sectores que realmente sí interesa tenerlos, que son nada menos que la mayoría que termina votando a ciertos representantes para el Consejo de la Magistratura. Que es, en última instancia, el destinatario de los fallos.

– CP: Sin duda deben haber sido casos difíciles para estar en ese lugar…

– CR: Sin duda, pero difícil de distintos ámbitos. O sea, no solo como mencionaba usted por el tema de los amigos, sino fundamentalmente por el sabotaje. Dentro de eso hubo infinidad de maniobras de sabotaje, desde todo punto de vista. Incluso lo hemos denunciado, el Tribunal en pleno lo denunció en uno de sus últimos juicios…

– CP: La desaparición de uno de los testigos en el caso Etchecolatz…

– CR: Eso es una tragedia, un hito que sacudió al país hasta el día de hoy y que también nos hizo acordar de que no hay que descuidarse en este tema. Y luego los sabotajes de distintos sectores que son en última instancia los sectores que se perjudican con una justicia democrática. Porque nosotros fuimos presionados por medios como La Nación con editoriales concretos, absolutamente improcedentes e intimidatorios días antes de sacar una sentencia. Y esto lo hemos denunciado penalmente. De modo que esto también tiene que ver con la ley de medios. Tiene que ver con qué tipo de comunicadores necesitamos y queremos en Argentina.

Yo creo que Argentina está en condiciones de pretender comunicadores democráticos, tolerantes; no comunicadores que falsifiquen información, que la falseen para torcer la opinión pública, que la distorsionen o que hagan diagnósticos mediáticos de enfermedades inexistentes.

 

 

Entrevista desgrabada por Gabriel Di Battista.