“Uno puede recibirse de politólogo en cualquier universidad nacional sin jamás haber leído una línea de Bolívar o de Martí, y en cambio sí estará al tanto de los últimos papers de un profesor de Estados Unidos”

Atilio Borón, politólogo, sociólogo e investigador superior del CONICET, compartió en “CONADU en el medio” su experiencia como docente universitario y su actual labor en la dirección del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales del Centro Cultural de la Cooperación Floreal Gorini. Además, conversamos sobre el panorama político nacional e internacional, la caída de Lugo y su entrañable relación con Cuba.

– Cristina Pauli (CP): Atilio, primero cuéntenos sobre este Programa Latinoamericano de Educación a Distancia que dirige. ¿De qué se trata y cuáles son sus alcances?

– Atilio Borón (AB): Esto fue concebido como una respuesta a lo que nosotros vemos —cuando digo nosotros me refiero a muchos académicos y profesores de la Universidad de Buenos Aires y de otras universidades del país—: como un fortalecimiento de un núcleo duro muy conservador, muy reaccionario y muy refractario a nuevos pensamientos en las universidades.

Las universidades han caído presas del pensamiento único de una manera realmente impresionante a través de una multiplicidad de dispositivos, mecanismos de control, recursos de alzada, problemas de financiamiento, etc., que hace que la universidad, que en los años 60 era el bastión del pensamiento de avanzada, hoy tenga un pensamiento más convencional.

Fíjese que en estos días se está desarrollando en la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA, por iniciativa de un grupo de estudiantes jóvenes y de todo el país, una jornada sobre la economía. Y un poco el leitmotiv de esa jornada es en realidad lo que ellos están aprendiendo en las grandes universidades: simplemente, el manual convencional que tiene a grandes autores del neoliberalismo y que realmente no les sirven absolutamente para nada. Esto es un pensamiento muy refractario al cambio.

Por eso, creamos un esquema como el del Programa Latinoamericano de Educación a Distancia (PLED) y lo que hacemos nosotros es enseñar materias de diverso orden: economía, sociología, historia y antropología pero desde una perspectiva crítica. No pretendemos tener ninguna imparcialidad, ni ser neutros. Realmente estamos muy jugados. Nos interesa difundir el pensamiento crítico en la mejor tradición latinoamericana, que ha producido nombres tan importantes en los últimos 200 años y que normalmente es gente que no ingresa en los claustros académicos.

Usted puede recibirse de politólogo en la Argentina en cualquier universidad sin jamás haber leído una línea de Bolívar o de Martí, lo cual nos parece una locura total. Pero, en cambio, sí estará al tanto de los últimos papers de un profesor de Estados Unidos de una universidad de allá.

Nosotros estamos combatiendo eso y lo hacemos con estos cursos a distancia. Tenemos profesores que enseñan y que residen en diversos países del mundo. Gente que representa pensamiento crítico que está viviendo en Holanda, en Madrid, en México, en Río de Janeiro o en Santiago de Chile. Es una síntesis de grandes aportes y las nuevas tecnologías de comunicación nos permiten poner en contacto a alguien de la Argentina o de Bolivia o de Paraguay o de Brasil con un proceso que se está pensando críticamente desde Holanda. Esto es un poco lo que estamos haciendo en el PLED.

– CP: ¿Están cursando alumnos de toda América Latina?

– AB: Sí, este es el cuarto año que estamos terminando y hemos siempre tenido alumnos de diversos países de América Latina, algunos alumnos de Europa e inclusive de Estados Unidos. Los cursos se dictan en lengua española. Es decir, los cursos son textos que van llegando regularmente, porque todo esto lo hacemos a través de correos electrónicos y acceso a la web.

– CP: Y hay momentos de tele-conferencias con algunos profesores…

– AB: Hay momentos de tele-conferencias que realmente son muy útiles. Subimos muchos materiales a la web cuando hacemos esas tele-conferencias. Realmente estamos apropiándonos de esas tecnologías que no solamente sirven para la dominación sino que también pueden servir como elementos de emancipación, y ese es el sentido de nuestra labor.

Ley de Medios

– CP: ¿Cómo ve la cuestión a nivel nacional, inclusive en lo que respecta al manejo de la información?

– AB: Por ejemplo, creo que ha habido una tentativa de avanzar en la democratización de la información con la Ley de Medios, pero lo que muchas veces pasa en la legislación argentina es que a los legisladores se les olvida la parte económica. Entonces, en este momento el tercio del espectro radiofónico y televisivo que está reservado para las organizaciones populares, territoriales y movimientos sindicales no está pudiendo ser adjudicado, porque no se contempló en la legislación un financiamiento especial para que ese sector comunitario, no privado ni estatal, pudiera adquirir los pliegos que, en algunos casos, son escandalosamente caros.

Usted piense que un pliego para una radio comunitaria acá en la ciudad de Buenos Aires estaba costando 70 mil pesos, y si después se adjudicaba la licencia tenía que demostrar la disponibilidad de equipos que no apuntaban a más de 300 mil pesos. Aparte de eso tenía que contratar operadores profesionales y locutores profesionales. Por lo cual, al no ver ninguna clase de ayuda económica yo mucho me temo que la Ley de Medios, que fue concebida para facilitar el acceso a los grandes medios de comunicación de masas de las organizaciones populares, termine convirtiéndose en una estructura aun más concentrada de la que conocemos hoy. Porque los sectores privados están actuando con mucha astucia y de alguna manera armando redes de testaferros que se presentan como si fueran grupos comunitarios y en realidad no lo son. Eso me parece que está generando una situación sumamente preocupante.

– CP: Sin duda que las leyes son importantes pero no son las garantías de la democratización de la comunicación. Hay que darle otro contenido, son un paso…

– AB: Creo que es un paso positivo, pero lamentablemente los legisladores no se dieron cuenta de que para poder ejercer esos derechos estos sectores populares requieren de una ayuda económica que no disponen.

Yo estoy muy preocupado porque he visto, por ejemplo en el gran Buenos Aires, muchas radios comunitarias que probablemente vayan a tener que salir del espectro porque no tienen cómo justificar o cómo conseguir los recursos necesarios para aplicar, tener los pliegos, comprar los pliegos, ganar la licitación, contratar operadores y locutores… es una locura todo eso. Hay que mejorar un poco ese aspecto.

Lo he dicho ya cuando estuve hace un par de meses en el programa “6, 7, 8” pidiendo una modificación. Fíjese que las licitaciones están declarándose desiertas porque no hay gente que tenga condiciones ni siquiera de comprar el pliego, si se trata de una pequeña radio comunitaria.

– CP: Creo que más que de legisladores, tendríamos que hablar de los órganos de aplicación, porque son los que llaman a las licitaciones. Pero sin dudas es un debate, porque la ley no puede contemplar cuánto va a valer el pliego…

– AB: Pero la ley debería, por lo menos, haber contemplado para el tercio popular algún tipo de financiamiento. Decir: “Bueno, para los efectos de facilitar esto se dispondrá que el 0,1% recaudado de la Ley de Cheque por ejemplo se utilice para crear un fondo”. Eso es lo único, y después la autoridad de aplicación por supuesto tiene que tomar algunas medidas en el asunto.

La realidad latinoamericana

– CP: Atilio, ya que lo tengo aquí le pediría que también nos ayude a pensar un poco sobre la realidad latinoamericana. ¿Cómo están siendo las cosas en otros países? Lo hemos escuchado mucho en torno a la situación de Paraguay, con la destitución del presidente constitucional Fernando Lugo.

– AB: La verdad es que estamos pasando un momento muy complicado en América Latina, un momento marcado por una contraofensiva de Estados Unidos muy fuerte. Lo que está pasando, por ejemplo en el caso de Assange en Ecuador, es una muestra muy clara de que el imperio va a echar mano a cualquier recurso, va violar cualquier ley y a llevarse por encima cualquier reglamentación con tal de hacer prevalecer sus intereses. No les importa tirar por la borda cuestiones como la Convención de Viena, que tiene que ver con las embajadas y la inmunidad diplomática, o el tratado sobre los refugiados políticos que también fueron firmados pero no fueron ratificados por Estados Unidos y que es parte de una contraofensiva global.

Creo que lo de Paraguay fue realmente una lección y que tenemos que tomar nota de que evidentemente la situación que ha prevalecido en América Latina —el auge de gobiernos de izquierda y progresistas— hizo que Estados Unidos trabaje meticulosamente para revertirla a través del golpe militar, la asfixia financiera, el aislamiento, campañas de desestabilización. Ellos no se resignan, porque América Latina para Estados Unidos es la región más importante del mundo. Es un tema que yo repito muchas veces, y a veces no se entiende porque siempre me dicen que lo más importante es Medio Oriente y después viene Extremo Oriente, Europa, el sudeste asiático y recién entonces aparece América Latina. Pero esas son versiones completamente ficticias, porque la realidad es que en la gran carrera mundial de recursos, los países de América Latina tienen la bendición o la desgracia de ser el continente de mayores riquezas del mundo: casi la mitad del agua potable del plantea tierra está acá; el acuífero más importante del mundo —no por su tamaño, sino por su volumen— está en Sudamérica; la principal reserva petrolera del mundo —habiendo desplazado a Arabia Saudita— está en América Latina, en Venezuela; siete de los diez países mineros más importantes —para los minerales que necesita Estados Unidos— están en América Latina… Esta es una región que ellos quieren reconquistar y no van a parar ante ninguna clase de obstáculo legal o escrúpulo moral con tal de obtener esos resultados.

Por eso es muy importante la actitud de nuestros gobiernos de actuar, de fortalecer la UNASUR y de ser muy solidarios entre nosotros, porque realmente se nos vienen por todo.

– CP: Y en ese sentido es notorio cómo resiste Cuba. Es un caso digno de estudio.

– AB: Cuba es un caso heroico realmente porque es un país muy pequeño, muy pobre en términos de dotación de recursos. Cuando los historiadores hablan de los grandes países del Caribe en la época colonial, Cuba era un país de segundo orden. El país más importante —desde el punto de vista de la expansión colonial por sus riquezas, por su clima y su tierra— era Haití. Fíjese cómo lo devastaron. Haití era la gran perla de la corona francesa, y después estaba Puerto Rico y otras islas. Cuba, que es una isla en parte semidesértica, no es lo que mucha gente piensa de un ardor tropical deslumbrante. Tienen unas playas maravillosas, pero a lo largo de toda la isla hay zonas realmente secas, semidesérticas o áridas, y sin embargo ellos pudieron resistir. Siempre es un ejemplo para nosotros.

Mucha gente me acusa y me dice que yo quiero aplicar el modelo cubano. No. Los modelos realmente no se aplican. Ese era un pensamiento antiguo, de medio siglo atrás. Pero sí uno tiene que buscar fuentes de inspiración y pensar que si un país pequeño con tantos problemas, pocos recursos, con una población escasa y tan cerca de Estados Unidos, hoy en día tiene un índice de mortalidad infantil inferior al de Estados Unidos… algo bueno habrán hecho. Entonces, vamos a ver qué fue lo que hicieron y tratemos de aplicarlo acá.

En la ciudad de Buenos Aires tenemos un índice de mortalidad infantil bastante superior al cubano, y esta es una ciudad que tiene un ingreso per cápita equivalente al de un país avanzado de Europa. Pese a eso tenemos un índice de mortalidad infantil que es más elevado que el que tienen los cubanos. Cuando hay voluntad política de hacer las cosas y se trabaja seriamente, los resultados están a la vista.

 

Entrevista desgrabada por Gabriel Di Battista.