La CRES como horizonte y plataforma para la unidad por una universidad popular

Una pequeña multitud desbordó la sala Tuñón del Centro Cultural de la Cooperación para participar del primer foro debate «Hacia el Encuentro Latinoamericano contra el Neoliberalismo por una Universidad Democrática y Popular», realizado el último martes de abril. Participaron legisladores como Hugo Yasky, Daniel Filmus y Laura Alonso, autoridades universitarias, profesores y estudiantes, además de recibir decenas de adhesiones de organizaciones gremiales, estudiantiles, políticas, culturales, científicas y personalidades del campo universitario de todo el continente.

Impulsado por un espacio universitario multisectorial a partir de la publicación de un documento que lleva por título la convocatoria del encuentro, el foro se propuso como una primera instancia de articulación que, a 100 años de la Reforma Universitaria y con el horizonte de la Conferencia Regional de Educación Superior (CRES) que se realizará en Córdoba en junio, conforme un frente en defensa de la universidad como derecho (como fue establecido en la Declaración Final de la anterior CRES, realizada en 2008 en Cartagena de Indias) y plantee las tareas pendientes para profundizar la democratización de la educación superior.

«Nos encontramos en un escenario político muy diferente al de Cartagena, en toda la región – advirtió Yamile Socolovsky, directora del IEC-CONADU, en la apertura del foro–. Nos preocupa mucho no solo lo que puede ocurrir en la próxima CRES sino, sobre todo, qué es lo que puede ocurrir con nuestras universidades en un momento en que, de la mano de las oligarquías nacionales, avanza una tendencia muy intensa a nivel internacional que es la de la mercantilización de la educación y los conocimientos».

En términos generales, la más de una veintena de participantes que tomaron la palabra coincidió en destacar el valor de la convocatoria, en vistas de la necesidad de conformar una instancia de carácter continental que defienda las conquistas de Cartagena pero que –como se señaló en una cita al histórico Manifiesto Liminar de Córdoba– no olvide «los dolores que nos quedan», como los de una universidad que profundice su carácter popular, reconozca su compromiso con las necesidades sociales e incorpore la perspectiva feminista y de diversidad de género.

Si bien la Declaración de Cartagena constituyó un logro histórico, en cuanto proclamó la educación superior como un derecho humano universal, varios anticiparon que no se debe asumir una actitud defensiva. Uno de los que resumió ese postulado fue el antropólogo Alejandro Grimson: «No se trata de que defendamos ningún statu quo, porque las universidades no funcionan a la perfección y porque, si bien tenemos años de lucha y avance en la conquista de estos derechos, todos y todas sabemos que estábamos luchando por mejorar lo que faltaba».

En los próximos días, está prevista la realización de nuevos encuentros en La Plata (10 de mayo), Tucumán (11), Río Cuarto (15), Buenos Aires (a confirmar) y otras ciudades universitarias, con el objetivo de llegar, el 10 de junio, en vísperas del inicio de la CRES, a la realización en Córdoba de un encuentro de carácter latinoamericano.

USOS, SENTIDOS Y VIGENCIA DE LA REFORMA

El Centenario de la Reforma Universitaria abrirá sin dudas un campo de disputa para establecer cuál fue el sentido de aquel gesto de rebelión y qué puede tener para decir sobre la universidad contemporánea. Al respecto, el diputado Daniel Filmus (FPV) anticipó cuál puede llegar a ser la impronta que quiera darle el Gobierno nacional e incluso la propia CRES: «En la comisión de Educación de la Cámara se discutieron no menos de 20 proyectos del oficialismo vinculados con la Reforma: declarar el Día de la Reforma, declarar a Córdoba Capital de la Reforma, hacer un Monumento a la Reforma, declarar feriado el Día de la Reforma, poner en el currículum que todos los chicos, de jardín a secundario, estudien la Reforma. Ellos quieren apropiarse de la Reforma. ¿Cómo se puede defender la Reforma y al mismo tiempo atacar la educación pública? Es un desafío enorme qué significado va a tener el aniversario, si la consideramos un bien de museo o una herramienta para el trabajo y la propuesta respecto a la universidad del futuro».

Gimena Montero (Nuevo Encuentro Estudiantil) pronosticó que, en la CRES, es posible que el radicalismo y Franja Morada no cuestionen la idea del derecho a la universidad. Sin embargo, «el campo popular debe empujarlos a explicar cómo es posible eso mientras se forma parte de la alianza Cambiemos». «El gobierno está preparando un festejo y apropiarse de la Reforma –completó Lucas Tavolaro (presidente del Centro de Estudiantes de Exactas y Naturales de la UBA)–. Pero sabemos que, si Deodoro Roca estuviera acá, estaría defendiendo la universidad pública y no del otro lado, cerrando escuelas».

La investigadora Sandra Carli ejemplificó cómo puede operar en los hechos este tipo de alusiones descontextualizadas y vacías a la Reforma: «En la Universidad de Córdoba, el rector Jury habla de una ‘reforma’ académica y política, que incluye la industria del aprendizaje por internet. Esto va a tener efectos muy complicados porque coloca a las propias universidades en una escala de trasnacionalización de los cursos online. El problema lo tenemos ya jugando en el presente bajo la evocación de la Reforma».

Mario Lozano (director general del CIN, ex rector de la Universidad Nacional de Quilmes) reivindicó pero también relativizó el alcance de aquel hito histórico. «Aun cuando decimos que fue un proceso de democratización, no dejó de ser un proceso sumamente elitista», evaluó, y invitó a considerarlo como «un escalón en una escalera que todavía tenemos que construir». Varios participantes retomaron esta idea de la Reforma como el puntapié de un proceso de democratización creciente pero inconcluso –y en riesgo–, que tuvo como jalones la gratuidad de 1949, la universidad del 73, las luchas del 83-84 para abolir el examen de ingreso, la expansión del sistema y la Ley Puiggros en los gobiernos kirchneristas. «Se va a querer centralizar todo en los 100 años pero sin hacer mención a lo que sucedió en esos 100 años», graficó Iván Masucci, militante de La Cámpora y presidente del Centro de Estudiantes de la UNAJ.

«Yo fui antirreformista –se sinceró el secretario general de CONADU, Carlos De Feo–. Para nosotros la Reforma era la universidad de las élites, esa que había sido reivindicada después del golpe del 55, que estaba de espaldas al pueblo. La empecé a revalorizar muchos años después, cuando leí a algunos autores y cuando empecé a viajar por América Latina. ¿Cómo íbamos a pensar que la Reforma había sido solamente eso? Había componentes obreristas y una gran discusión sobre el papel de la universidad que fueron ahogados en la Argentina. Nos quedamos con la periodicidad de la cátedra, con la extensión en la que la universidad alumbraba graciosamente a los que no estaban en ella… Pero fue una cosa mucho más profunda». Por otro lado, muchos, como Nicolás Arata (CLACSO), coincidieron en que, a la hora de discutir «qué significa esa reforma hoy», es necesario «cuidar mucho la dimensión latinoamericana de ese legado».

En el mismo sentido que Lozano y De Feo, se precisó la forma en que han tenido que ser redefinidos, en un sentido popular y democrático, los principios de renovación docente, extensión y autonomía heredados de la Reforma. Los concursos de cátedra se complementan con los cambios en la carrera docente y el convenio colectivo, aunando un criterio meritocrático con los derechos laborales. La extensión deja cada vez más a un lado la visión paternalista y busca ser redefinida en una forma que considere los saberes y las necesidades populares. La autonomía empieza a ser cuestionada cuando es entendida «como un cheque en blanco para hacer lo que se nos canta», como resumió Lozano.

Esta demanda histórica de la reforma cordobesa fue revisada por Alejandro Grimson, que defendió «la autonomía de nuestras universidades frente al poder, pero no frente a las demandas de nuestro pueblo»; Carlos De Feo, para quien «tenemos autonomía para intervenir institucionalmente en la discusión política del país, y no estar atados a definiciones de otros espacios del Estado»; y Andrea Echeverría, directora de Trabajo Social de la UBA, que resaltó que «a los gobiernos liberales no solamente les molesta la universidad pública sino lo que tiene para decir y aportar».

Sobre el mismo problema apuntó Diego Hurtado (doctor en Física; especialista en historia de la ciencia y la tecnología), en relación a la investigación: «A la luz del Centenario podríamos autocriticar al campo académico respecto a cómo se vienen concibiendo en América Latina las agendas de ciencia y tecnología, que históricamente están en manos del propio campo científico. Esto de la libertad de investigación, la autonomía para decidir sus propias agendas, significó dependencia cultural».

En conclusión, como resumió Filmus, «no tenemos que hacer lo que hizo la Reforma, porque fue hace 100 años, sino como hizo la Reforma, que es encontrar respuestas revolucionarias, nuevas, distintas, de avanzada, para un momento histórico. Es la base para pensar una universidad democrática y popular, con perspectiva de soberanía e integración latinoamericana, en el siglo XXI. No nos tenemos que quedar con la discusión de quién es el dueño de la Reforma sino quién tiene las mejores propuestas para que su espíritu invite a imaginar, planificar y luchar por una universidad del futuro».

«LOS DOLORES QUE NOS QUEDAN»

Precisamente, el planteamiento de las tareas que quedan por delante a la hora de diseñar una universidad más democrática y popular fueron parte sustancial del debate en el primer foro del Encuentro contra el Neoliberalismo. Otra diputada, Laura Alonso (también ex subsecretaria de Políticas Universitarias), resaltó que fuera un sindicato el que promoviera la convocatoria: «quiero resaltar el esfuerzo que hacen al salirse del parámetro en que el Gobierno está tratando de encasillar a todos los gremios, que es el de solamente ponerse a la defensiva frente a la propuesta de precarización laboral y salarios a la baja, y tratar de generar estas instancias donde además se discuta la política y el modelo de universidad».

Muchos coincidieron en los valores casi excepcionales que tiene la universidad pública argentina en relación a la extensión de los procesos de privatización, mercantilización y trasnacionalización que se dan en el mundo. «Yo he escuchado decir a especialistas extranjeros que, con todos los defectos que puedan encontrar, no van a encontrar un sistema más democrático que la gratuidad con ingreso irrestricto. Pero para nosotros eso no es suficiente, queremos más, porque queremos que los pibes más pobres se queden en la universidad. Es uno de los recursos más potentes para cambiar nuestra sociedad», reconoció Grimson.

Pese a ese fuerte sentido democratizador de la universidad, Ernesto (MUI) recordó que el último siglo no fue solo de progreso en este sentido y que nuestra universidad también estuvo configurada por la Noche de los Bastones Largos, la dictadura, la Ley de Educación Superior y las lógicas neoliberales que buscan fortalecerse. Por ello, opinó que «una nueva reforma tiene que poder desentrañar dónde está esta cultura neoliberal que ha calado profundamente en los estudiantes, en los docentes, en nuestra forma de organizar institucionalmente la universidad». Al respecto, Diego (Frente Universitario Megafón) llamó a discutir los perfiles profesionales de la educación superior, para promover «un perfil de universitarios con conciencia nacional».

En la misma línea, Diego Hurtado opinó que es fundamental que el mundo académico, científico y técnico «incorpore a sus agendas de producción de conocimiento al mundo del trabajo, de la producción y del desarrollo social. Los actores son claros: los sindicatos, las empresas nacionales y los movimientos sociales. La propuesta es pensar cómo se incorpora esto a una política educativa de ciencia y tecnología».

«Para nosotras y nosotros es fundamental una educación superior que sea un derecho y no una mercancía, defender la gratuidad del grado pero también del posgrado, que la universidad sea un espacio del conocimiento crítico y popular, que entren ella las necesidades del pueblo y nos formemos de acuerdo a esas necesidades, que sea antipartiarcal y feminista», condensó Cinthia Wanschelbaum, integrante de Liberación – Corriente de Universidad, Ciencia y Tecnología.

Con respecto a los vínculos más igualitarios dentro de la universidad, hubo un reclamo reiterado sobre la necesidad de que haya una distribución más equitativa de los cargos directivos. Pero también Ana Barletta (vicepresidenta del Área Académica de la UNLP) llamó la atención sobre el hecho de que «es una responsabilidad nuestra. Nosotros, internamente, tenemos que producir relaciones igualitarias en nuestra convivencia cotidiana. Y también incorporar otras reivindicaciones como la violencia laboral y el tipo de trato hacia los estudiantes. Eso está absolutamente en manos nuestras».

RESISTENCIA Y UNIDAD

Para avanzar en ese camino, el foro coincidió en dos cuestiones: que la próxima CRES es un momento crucial para dar la discusión y que el único camino es el de la unidad, tanto en el plano universitario como en el de la política nacional, para frenar el avance del neoliberalismo tanto en la educación superior como en la sociedad. Muchos denunciaron diversas situaciones que muestran cómo se efectiviza el ataque de la Alianza Cambiemos sobre las políticas de democratización de la universidad: los brutales recortes presupuestarios, la presión a la baja de los salarios docentes, el impacto del tarifazo, la atrofia y el pago demorado del sistema de becas y boleto estudiantil, la intervención regresiva en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, la exclusión de egresados de la UBA en la convocatoria de trabajadores sociales del Gobierno de la Ciudad, entre otros casos.

El diputado Hugo Yasky comparó este momento con la lucha de los años 90 contra la privatización y municipalización de escuelas. «Esa resistencia nos llevó a la otra orilla, a la orilla de los gobiernos democráticos y populares. Ningún gobierno popular fue producto de una casualidad ni de la generación espontánea ni de la lucidez de algún líder. Atrás de cada presidente estuvieron las luchas de nuestro pueblo. Hoy estamos en un nuevo momento de resistencia del campo popular».

«Todos sabemos que tenemos un imperativo en 2019 que es derrotar al gobierno de la clase dominante –continuó– y no hay posibiliad si no hay lucha, espíritu de rebeldía, decisión de confrontar con esto que quieren imponer en América Latina. Tenemos una ventaja y es que no han logrado quebrar a nuestro pueblo, generar esa condición que ellos necesitan que es la resignación». Tras anticipar que se está empezando a organizar una gran movilización popular para el 25 de Mayo, Yasky señaló que «junio tiene que ser un momento de intensidad en la construcción de esa propuesta en la que tenemos que estar todos juntos. Tenemos que poner inteligencia y militancia para definir con los estudiantes, los profesores, la clase trabajadora qué modelo de universidad y de escuela pública defendemos».

Ignacio, del movimiento estudiantil Liberación y consejero directivo de Ciencias Naturales de la UNLP, convocó en la misma línea: «Que esta unidad no sea solamente para llegar a junio y que luego no trascienda. Tenemos que hace un profundo trabajo militante, volver a los espacios de estudio, de trabajo, sindicales, hacia la sociedad. Empezar a embarrarse las patas. La universidad tiene que abrir esas puertas, salir a plantear por qué defendemos la universidad pública, la ciencia y la tecnología soberana». También Juan Manuel Medici (PCCE) consideró que «la lucha que tenemos que salir a dar es en función de desarrollar conciencia popular» y «transitar el camino del frentismo».

Pablo Vain (director del doctorado en Educación de la Universidad Nacional de Misiones) resaltó el carácter federal y latinoamericano del encuentro, comprometiéndose a organizar un foro regional en el nordeste y alcanzando la adhesión de un proyecto de investigación sobre la inclusión de indígenas, afrodescendientes, personas con discapacidad y migrantes que lleva adelante con universidades brasileñas que nacieron durante el gobierno de Lula. También Julieta (Movimiento de Participación Estudiantil) coincidió en la necesidad de articular el espacio a nivel continental, sin dejar de llamar la atención, no obstante, de que en algunos países el movimiento estudiantil está asumiendo una postura reaccionaria en relación a los gobiernos nacionales y populares.

En cuanto al frente por la educación pública, dos participantes instaron a ampliar el espacio de lucha. Diego Hurtado recordó la batalla que se está librando en el campo de la ciencia y tecnología frente a los recortes implementados por el Ministerio de Ciencia y Técnica. Otro frente abierto, también vinculado con la universidad, es el de los institutos docentes de la Ciudad de Buenos Aires. «También son parte de la educación superior –señaló Silvia Vázquez (UNLU)–. Es importante que nos pensemos no al lado de ellos sino como parte del mismo sector. Tenemos que aprender a no mirar estas instituciones desde una tarima. Propongo que este tema sea incluido entre las reflexiones y conceptualizado desde este espacio».

«La CRES se constituye en un escenario de disputa política muy importante –concluyó Laura Alonso–. El desafío es la construcción de la unidad a partir de un núcleo básico de coincidencias que nos permitan avanzar no solo en el plano defensivo sino también en un plano propositivo respecto a una deuda que quedó de nuestro gobierno, que es la de una nueva ley de educación superior que refleje los avances que hemos tenido en esa materia».