“En Argentina, el gran desafío es no perder el legado kirchnerista y a la vez generar cierta transversalidad”

El psicoanalista y escritor Jorge Alemán pasó por “CONADU AL FRENTE, el programa de los docentes universitarios”.

– CONADU: En algunas notas has planteado tu visión crítica acerca del “aceleracionismo”, este nuevo debate con cierta izquierda que rompe con las categorías tradicionales de articulación política y con una suerte de optimismo frente a los procesos que se viven en la actualidad.

– JORGE ALEMÁN: En efecto. Hay un movimiento, que está particularmente personificado por británicos, que se llama “aceleracionismo”. Esto tiene ya una tradición en los pensadores italianos e incluso tiene un eco en Marx. Piensan que va a llegar un momento en el que los propios desarrollos tecnológicos y digitales no van a poder ser controlados por el capitalismo, y es posible valiéndose de ellos reorientar todo hacia una sociedad post capitalista.

En cierta forma Marx también tenía un problema del mismo tipo teórico. Él pensaba que las relaciones sociales de producción que había instalado el capitalismo se iban a encontrar, tarde o temprano, con un obstáculo que iba a hacer colapsar al capitalismo. Ese modo de desarrollar la producción a través de la explotación de fuerza de trabajo iba a fracasar porque se iban a producir redes de cooperación, que el propio capitalismo no iba a poder controlar. Las redes de cooperación vuelven a estar presentes en los aceleracionistas.

Pero esto deja de lado lo que nos interesa a nosotros en América latina y en otros espacios políticos de la Europa del sur que es la construcción política. No hay nada que pueda de modo inmanente provocar una transformación del capitalismo. La transformación del capitalismo es muy difícil de pensar y de interrogarse acerca de cómo es el después del capitalismo y exige siempre de la construcción política. En esto estoy de acuerdo con Ernesto Laclau: exige de la construcción de una voluntad popular y exige en definitiva de una construcción hegemónica.

– CONADU: En ese sentido, quería que nos comentes cómo interpretás el proceso político vivido en América latina en el inicio del siglo 21. Teniendo en cuenta que veníamos de una etapa en los 90 donde las ideas de la desarticulación del sujeto político estaban muy vigentes y que fueron recorvertidas a partir de gobiernos populares, que hoy vuelven a estar en retroceso.

– J. ALEMÁN: Vivimos en un tiempo histórico donde se debe hacer un duelo. Duelo no quiere decir ni cancelación ni despedida de la palabra revolución, porque la idea que había brotado de la tradición marxista es que la revolución una vez que se realizaba era definitiva. Sin embargo, nosotros nos hemos tenido que incorporar a proyectos que, si bien organizan superficies de inscripción para prácticas emancipatorias, son absolutamente contingentes. No hay ningún proceso que necesariamente se inscriba como en su forma definitiva. Eso han revelado estos procesos en los últimos años.

También han revelado que los mismos fueron contrahegemónicos, es decir que sucedieron en el interior del neoliberalismo y que no lograron atravesar la red neoliberal de acumulación de capital, colonización mediática, intervención de dispositivos de producción de subjetividad, etc. No obstante, en algunos países y en Argentina en particular se lograron realizar proyectos políticos, articulaciones militantes, experiencias de memoria histórica, relación con nuevas teorías de lo social, prácticas de los derechos humanos que constituyen nuestro legado para una nueva posible apuesta política.

– CONADU: ¿Cuáles son las diferencias entre esta articulación política que mencionas en América latina y la europea?

– J. ALEMÁN: Salvo la Europa del sur, la otra Europa está tomada por los problemas de la xenofobia y el racismo. Lo que está cosechando en Europa el neoliberalismo es un movimiento que, en principio, podríamos caracterizar como antipolítico y como una nueva forma de posfascismo. El neoloberalismo corroe desde adentro las estructuras democráticas, entonces surgen experiencias de desafección de lo político. El neoliberalismo impone un sacrificio colectivo y en ese sacrificio colectivo surgen sentimientos de odio, porque cada uno quiere que el otro haga el sacrificio que uno no ha hecho o le imputa a otros haber hecho un despilfarro que ahora tienen que pagar entre todos… Se ha producido un nuevo escenario donde la subjetividad tiene muchísima importancia.

– CONADU: Volviendo a las demandas que habíamos logrado satisfacer en América latina, ¿cómo interpretás lo que está pasando en Brasil con el fenómeno Lula?

– J. ALEMÁN: Tengo una posición más bien solitaria y conjetural en este tema. Sé que estoy por fuera del teatro de los acontecimientos y que mi posición es absolutamente hipotética. Pero pienso que Lula no se tendría que haber entregado, porque hay un hiato entre la legitimidad y la legalidad. Si hay fuerzas armadas que dicen que están dispuestas a hacer un baño de sangre o amenazan e intimidan y no son destituidas por el Estado de derecho quiere decir que el Estado de derecho está severamente interpelado y en consecuencia no hay que concederle la autoridad jurídica para una detención. En ese marco creo que Lula tendría que haber pedido el asilo político a alguna embajada y seguir operando políticamente.

Una de dos: o te secuestran o te detienen. Si te detienen, es un Estado de derecho. Y creo que se habían reunido las condiciones que demostraban, como pasa bajo distintos gobiernos neoliberales, que ese Estado de derecho ha perdido toda la legitimidad. No tenía legitimidad para detenerlo. De todas maneras, ojalá que con la detención de Lula pase algo que sea pertinente y esté a la altura de lo que debe pasar.

Y sobre el tema de la demanda creo que fue un hallazgo de Ernesto pensar que la unidad mínima del lazo social es la demanda y pensar que las demandas no institucionalizadas pueden ser el lugar donde se constituye la lógica hegemónica, la cadena equivalencial en relación a un significante vacío. Una de las demandas pasa a ser aquella que representa a la totalidad. La totalidad siempre es fragil, inestable. Así es el diseño de la arquitectura política que plantea Ernesto.

El problema de las demandas es una de mis diferencias con Ernesto, y lo he discutido mucho. Psicoanalíticamente a veces la demanda goza de ser insatisfecha. Por ende, satisfacción de una demanda no quiere decir que se resuelve el problema. Hay algo indeterminado en la demanda. El segundo problema es que si esas demandas son satisfechas, la frontera antagónica se desdibuja y la gente empieza a sentir que no forma parte de la voluntad popular, que ya ha sido satisfecha esa demanda por mérito propio, por el propio trabajo y no resultado de un proyecto político. Así, lo que queda como resultado es que lo que era una frontera antagónica se vuelve una frontera flotante, en términos de Ernesto. Las demandas quedan satisfechas y la gente piensa que eso resulta individualmente.

– CONADU: Esto explica en forma por qué llegaron a cierto nivel de agotamiento los procesos populares.

– J. ALEMÁN: La virtud de los procesos populares es que no generaron el circuito de terror que el proceso revolucionario generaba. Es decir, está demostrado que la lógica interna de las revoluciones no se sostenía sin un orden de terror. Y ese fue su problema. Destruir los medios de producción capitalista implicaba establecer un orden disciplinario férreo, que incluso incluyera una dimensión sacrificial. El gran mérito de América latina fue la aventura política de proyectos populares que fueran a la vez democráticos, y que incluso radicalizaran la democracia. Me parece que esa es la novedad frente al mundo que encarnó Latinoamérica.

Pero, así como esa es la virtud y la novedad, hay debilidades estructurales que tienen que ver con que mientras tanto el capitalismo sigue trabajando. El capitalismo sigue realizando su trabajo a través de sus dispositivos.

– CONADU: Teniendo en cuenta el carácter contingente de estos procesos políticos, ¿por dónde ves que América latina puede seguir hacia adelante?

– J. ALEMÁN: Pienso en que en el caso de Argentina hay un legado político muy serio a partir del kirchnerismo, y que el kirchnerismo está en condiciones de generar un frente antineoliberal. Frente que tiene que ser generoso en cuanto a las posibles alianzas, en la medida en que sea también claramente delimitada esa línea antineoliberal. Pero creo que en la Argentina podría haber condiciones, sobre todo porque uno de los problemas del neoliberalismo es que no tiene una teoría del gobierno, no tiene un principio de gobernabilidad y que van a ir sucediendo cosas que podrían incluso hasta facilitar generar un nuevo tipo de frente, una herramienta política transformadora.

Lo que pasa es que ese frente tiene que tener la consistencia de una estructura programática y definida con respecto al adversario. El tema en América latina es que hay un tipo de adversario que ha pertenecido a la tradición de oligarquías depredadoras y asesinas, y entonces civilizarlos es un poco difícil. Las oligarquías locales han tenido muestras de sobra a lo largo de la historia de llevar adelante prácticas absolutamente violentas y asesinas. Ojalá hubiera posibilidad de civilizar al adversario. Pero creo que será posible en la medida en que se constituya un frente que tenga una gran transversalidad. El gran desafío es no perder el legado kirchnerista y a la vez generar cierta transversalidad con el mismo.

 

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